Retomemos el verdadero sentido de la familia

En todas las épocas ha existido crisis de valores, ha evolucionado la sociedad de tal manera que se han perdido las buenas costumbres y las instituciones básicas de la sociedad se han ido degradado.

La familia ha sido una de las instituciones más atacadas, de tal manera que el concepto universal de familia ha sufrido cambios, se pretende una familia de acuerdo a la época y la moda actual, cosa que va en contra de propia concepción como familia.

Me pregunto quiénes han sido los culpables de que la sociedad cambie para mal, nuestra generación ha fallado en su misión porque las consecuencias de lo que hoy vivimos es producto de la “educación” que se ha inculcado a los hijos, por eso debemos retomar la institución de la familia como ha sido siempre desde su origen y concepto.

Una familia bien constituida es el ambiente más propicio para el desarrollo de personalidades individuales definidas, ricas y fuertes.

Hay en el temperamento y en la mentalidad de los miembros de una misma familia trazos comunes a todos ellos, que después, por las misteriosas leyes de la herencia, se reproducen de algún modo en sus descendientes y contribuyen en gran medida a modelar su carácter. Es un patrimonio psicológico y moral mucho más valioso que el patrimonio material familiar que le sirve de complemento.

Este patrimonio psicológico y moral permite a cada nueva generación enfrentar la vida en sociedad, puesto que viene apoyada y protegida por el afecto, el calor y la experiencia de su ambiente familiar, como una planta que antes de soportar la intemperie, creció en las condiciones climatológicas adecuadas de un invernadero.

Todo este desarrollo admirable no sería duradero ni posible sin la confianza mutua de los cónyuges, que brota del carácter indisoluble del vínculo matrimonial y es favorecida por las gracias sobrenaturales del sacramento.

La familia ha sido así la natural propagadora de una concepción orgánica y jerárquicamente armónica de la sociedad y de las relaciones humanas, y santuario difusor de una moralidad que es, a su vez, condición de su propia existencia.

Evidentemente, los espíritus formados en el seno de una familia genuinamente no serán propensos a aceptar los devaneos igualitarios y libertarios del socialismo, que les parecerán arbitrarios, errados y chocantes: en suma, contrarios al orden natural de las cosas.

En el seno de familia lo más importante es el bien de cada uno y no su riqueza, poder o éxito. En la familia se recibe el amor y se aprende a darlo a los demás.

Una educación basada en los valores y virtudes como la generosidad, gratitud, sinceridad, lealtad,…. Como dice Javier Vidal-Quadras, en su libro A las alfombras felices no les gusta volar, “Los valores, todo el elenco de cualidades que vamos adquiriendo durante nuestra vida, son las que dan sentido a nuestro día a día y nos permite alcanzar metas grandes y realizar nuestros sueños.

Para adquirir hábitos y virtudes hace falta: elección, repetición y apropiación (hacerlas nuestras). Las virtudes forman un sistema que se mantiene en pie por la energía compartida de todas ellas. La debilidad de una sola puede hacer quebrar toda la estructura personal”

Hacer patente el sentido sobrenatural de nuestra vida en general y en la vida cotidiana en particular. Sin esto, la solución de los problemas morales no es posible.

“Enfréntate con los problemas de este mundo, con sentido sobrenatural y de acuerdo con las normas morales, que no amenazan ni destruyen la personalidad, aunque sí la encauzan. Conferirás así a tu conducta una fuerza vital, que arrastre; y te confirmarás en tu marcha por el recto camino”.

 

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