La historia oficial nos enseña que seis cadetes del Colegio Militar ofrendaron sus vidas en defensa del Castillo de Chapultepec el 13 de septiembre de 1847, ante la invasión estadunidense, pero ¿qué tanto es real y qué tanto no lo es?
Sus nombres son bien conocidos: Vicente Suárez, Juan de la Barrera, Juan Escutia, Agustín Melgar, Francisco Márquez y Fernando Montes de Oca. Sobre su existencia no hay duda, según señaló un especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México y otras fuentes de referencia seria.
¿Eran niños? Según fuentes históricas tenían entre 14 y 20 años de edad. Así, el subteniente Juan de la Barrera murió a los 19 años; Vicente Suárez, a los 17 años; Juan Escutia, a los 20; Agustín Melgar, a los 18; Fernando Montes de Oca, a los 18; y Francisco Márquez fue el que murió más joven, a los 14 años.
Según la UNAM, todos ellos existieron. Sin embargo, en la batalla que se libró en el Castillo de Chapultepec el 13 de septiembre de 1847, había, además 600 soldados y 50 cadetes, a quienes se les ordenó no participar en los enfrentamientos. Pero, al tener México la batalla perdida, seis de los cadetes del Colegio Militar hicieron caso omiso y se lanzaron al combate.
Más de siete mil soldados estadounidenses al mando del general Winfield Scott, asaltaron el Castillo, que era defendido por Nicolás Bravo, Mariano Monterde como segundo mando y Santiago Felipe Xicotécantl, jefe del Batallón de San Blas, al que se agregan los alumnos del Colegio Militar.
Tras dos días de feroz bombardeo. Al pie de la rampa, y debido a su gran superioridad numérica los efectivos estadunidenses destrozaron al batallón activo de San Blas, muriendo su jefe, el coronel Felipe Santiago Xicoténcatl y casi todos sus soldados.
De acuerdo con el historiador Alejandro Rosas, “al término de la jornada las cifras eran escalofriantes: cerca de 400 soldados habían desertado; alrededor de 600 murieron y de los cadetes 6 perdieron la vida. Cada 13 de septiembre cuando en la ceremonia cívica se escucha el grito: “¡Murió por la Patria!”, habría que pensar en todos los caídos y no sólo en los “niños héroes”.
El especialista considera que, al igual que otros hechos históricos, el de los Niños Héroes de Chapultepec ha sido objeto de cierta manipulación.
“En aras de la construcción del altar de la patria -a donde el sistema político mexicano del siglo XX llevó a sus héroes para legitimarse en el poder-, muchas se exageraron, otras se distorsionaron y no pocas fueron inventadas. El término “niños héroes” se convirtió en sinónimo de amor a la patria y pureza cívica, revestido de cierto romanticismo cursi que terminó por empañar la reconstrucción objetiva del acontecimiento”, expresó.
Rosas comentó que por razones políticas, la historia de los Niños Héroes adquirió la dimensión de un “cantar de gesta” durante el periodo del presidente Miguel Alemán.
“La razón era sencilla: en marzo de 1947 el presidente de Estados Unidos, Harry Truman, realizó una visita oficial a México cuando se conmemoraban 100 años de la guerra entre ambos países. Para tratar de agradar a los mexicanos colocó una ofrenda floral en el antiguo monumento a los niños héroes en Chapultepec y expresó: “un siglo de rencores se borra con un minuto de silencio”. La frase de Truman y el homenaje tocaron las fibras más sensibles del nacionalismo mexicano y desató el repudio hacia el vecino del norte, a tal grado que, al caer la noche, cadetes del Colegio Militar retiraron la ofrenda del monumento y la arrojaron a la embajada estadounidense”.
El monumento a los Niños Héroes fue construido bajo el gobierno de Miguel Alemán y aloja los supuestos restos de los Niños Héroes.
Asimismo, el historiador señala que “para apaciguar los ánimos y resaltar los egregios valores de la mexicanidad sobre la amenaza exterior, el gobierno decidió recurrir a la historia. Poco después de la visita de Truman se dio a conocer una noticia que ocupó las primeras planas de los diarios. Durante unas excavaciones al pie del cerro de Chapultepec se encontraron seis calaveras que se dijo pertenecían a los Niños Héroes”.
“La supuesta autenticidad fue apoyada por varios historiadores y por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Nadie se atrevió a contradecir la “verdad histórica”, avalada por el presidente, con un decreto donde declaró que aquellos restos pertenecían indudablemente a los Niños Héroes”, agregó.
A partir de ese momento, manifestó Rosas, los Niños Héroes adquirieron otra dimensión y se transformaron un mito. En 1952 se inauguró su nuevo monumento –conocido hoy como el Altar a la Patria- y ahí fueron depositados los restos óseos de seis desconocidos, pues nunca se comprobó científica y documentalmente que efectivamente eran los cadetes.
El caso de Juan Escutia
Mucho se ha discutido sobre si este cadete se inmoló tirándose del castillo con la bandera nacional para que ésta no cayera en manos de los soldados norteamericanos.
Al respecto, el historiador estadunidense J.D. Eisenhower afirma que los seis cadetes prefirieron morir en vez de rendirse, y uno de ellos se lanzó con la bandera de México. No obstante, Alfredo Ávila, historiador de la UNAM, asegura de que no hay indicios de que Juan Escutia estuviera en la batalla.
Por su parte, el historiador Alejandro Rosas sostiene que Juan Escutia no era cadete del Colegio Militar y que no murió por un salto ni envuelto en una bandera, sino abatido a tiros junto con Francisco Márquez y Fernando Montes de Oca cuando intentaban huir hacia el Jardín Botánico de Chapultepec. La bandera mexicana fue capturada por los estadounidenses y fue devuelta a México hasta el sexenio de José López Portillo.
Hasta la fecha, los Niños Héroes son objeto de controversias, ante el surgimiento de investigaciones y precisiones sobre los hechos, lo que conlleva sin duda a una desmitificación paulatina, pero de que ningún modo acabarán con el verdadero hecho del Castillo de Chapultepec, cuyos participantes se ganaron a sangre y fuego su lugar en la historia de México.
Texto: Redacción
Fotos: Agencias