Enrique Vera
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¿Poseo los conocimientos, recursos necesarios, fuerza psicológica y la habilidad necesaria para ser útil para este individuo?”, se pregunta Carl Rogers a sí mismo sobre su rol como terapeuta.
Creo que es la pregunta que todo psicoterapeuta se realizado por lo menos alguna vez en la vida y, estoy convencido de que es la pregunta que todos los seres humanos, se han realizado alguna vez ante una encrucijada de la vida.
Es el concepto de ansiedad que ilustra Kierkegaard de cómo el ser humano lidia con la noción de fallar; y con algo aún más importante: haber fallado.
Según Kierkegaard, debes aceptarte a ti mismo como falible para amar a los demás y a la vida. ¿Debes aceptarte como falible para entender lo que significa ser un buen terapeuta? “The answer is blowing in the wind”.
Carl Rogers vende poco en nuestro tiempo porque es un buenista en tiempos cínicos. El psicólogo norteamericano es una suerte de Aaron Sorking de la Psicología. El director estadounidense, se caracteriza por realizar películas donde siempre exista la posibilidad de un proyecto moral.
Rogers, Sorking y su equivalente actoral: Thom Hanks se distinguen por su inquebrantable voluntad de hacer lo correcto, de inspirar lo mejor lo del ser humano.
Rogers es para la Psicología, como Sorking y Hanks al cine, un modelo donde se sostienen los valores de una democracia liberal: libertad individual, responsabilidad, estado de derecho, separación de poderes; valores que a su vez cohesionan un pacto social, un acuerdo de convivencia entre seres humanos.
Existe una gran diferencia entre ser un buenaondita que se dedica a vender espejitos y frases vacías para seguir vendiéndote un producto o hacer menos desdichada su miseria o aquel buenista que como Rogers que lo toman por loco o soñador, que deja de buscar en su ombligo y se da cuenta que el mundo no va de encontrar la mejor versión de uno mismo, sino de aceptar la responsabilidad como ser humano de hacer un mundo mejor.