A 42 años del hundimiento de la panga, la mayor tragedia en el Estado

El 22 de agosto, sobre la Laguna de Términos, cuando cubría la ruta Ciudad del Carmen-Isla Aguada, un enorme transporte flotante fue víctima del océano con relámpagos en el cielo y fuertes vientos

El 22 de agosto de 1980 se registró el hundimiento de la panga “Campeche”, sobre la Laguna de Términos, cuando cubría la ruta Ciudad del Carmen-Isla Aguada. Se reportaron decenas de muertos, siendo la mayor tragedia que ha ocurrido en Campeche.

Un enorme transporte flotante, relámpagos en el cielo, viento ligero que presagiaba lluvia, fueron los elementos que dieron como resultado una desgracia.

Julio César Quej Parra, conocido como “Don Pelotas” por su voluminoso cuerpo, persona muy apreciada, respetada y amigable, era el capitán de la embarcación “Campeche”.

La noche de la tragedia, las condiciones del tiempo no eran adecuadas para navegar, lo que hacía dudar a quien dirigía la tripulación, pues su experiencia en estos temas era extensa.

Filiberto Hernández y Manuel Romero, marineros de la embarcación, esperaban la orden para empezar el trayecto, al mismo tiempo que los vehículos ya comenzaban a ocupar sus espacios y la tripulación lo único que deseaba era llegar a Isla Aguada.

El momento de zarpar

La cantidad de tripulantes y la urgencia de llegar a su destino llevaron a que el capitán de la nave diera la orden de zarpar las aguas. Las condiciones climatológicas no eran las mejores, y una vez iniciado el viaje ya nada se podía hacer.

El reloj marcaba las 21:30 horas cuando el viaje dio inicio, el catolicismo de Julio César se notó cuando se persignó y mencionó: “En el nombre sea de Dios”, los motores se escucharon, la panga comenzó a avanzar.

Algo extraño para la tripulación fue que esa noche “Don Pelotas” agarró el timón, normalmente eso lo hacía alguno de los marineros, mientras el capitán se sentaba en una banca.

Un viaje sin retorno

La panga comenzó a agitarse violentamente a un cuarto de su travesía, el viento se abalanzaba contra la estructura y los relámpagos eran cada vez más intensos, ruidos ensordecedores que atemorizaban a la gente. Pese a la oscuridad de la noche, se notaban las nubes de tormenta, las cuales parecían acercarse cada vez más a la embarcación.

Esa noche las aguas movían bruscamente a la plataforma flotante, los pasajeros se dirigieron a la sala de espera y los conductores de vehículos se aferraron a sus unidades. El capitán seguía agarrado al timón, y nunca dejó de mencionar a Dios.

A pesar de las plagarías de Julio César, la tormenta fue más intensa, se perdió la visibilidad, los marineros colocaron cuñas a las llantas de los autos para asegurarlos, al mismo tiempo que los gritos de mujeres, hombres y niños invadieron el lugar, la tripulación intentó calmarlos, pero el miedo ya se había apoderado de ellos.

Se dice que tres láminas de la proa se desprendieron, y el agua comenzó a entrar al cuarto de máquinas. A unos 200 metros de la playa, la estructura comenzó a desaparecer entre las aguas.

Tras la tragedia

A la mañana siguiente, el cuerpo de “Don Pelotas” fue sacado de las aguas por buzos de una compañía constructora. Al encontrar el cadáver aún estaba aferrado al timón.

Los lancheros del lugar recuperaron 200 cuerpos de hombres, mujeres y niños, los cuales fueron colocados sobre la playa. Sólo 17 personas lograron sobrevivir a aquel fatídico día.

Texto y foto: Agencias