El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, declaró que el apóstol Pablo nos llama a tomar muy en serio nuestra condición de bautizados, como una realidad que le debe dar forma a nuestra existencia.
“Esto implica tomar nuestro bautismo, desde aquel momento de nuestra primera infancia, trayéndolo a nuestra edad adulta, para entender lo que implica y esforzarnos por vivir en consecuencia”, expresó.
Indicó que se comienza por la segunda lectura, tomada de la Carta del apóstol san Pablo a los Romanos, misma que vamos siguiendo domingo a domingo. En el pasaje de esta ocasión, el apóstol nos llama a tomar muy en serio nuestra condición de bautizados, como una realidad que le debe dar forma a nuestra existencia. “Esto implica tomar nuestro bautismo, desde aquel momento de nuestra primera infancia, trayéndolo a nuestra edad adulta, para entender lo que implica y esforzarnos por vivir en consecuencia”.
Dijo que san Pablo: “Por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva” (Rom 6, 4).
Agregó que revisemos cuáles áreas de nuestra vida tienen que ser actualizadas para que sean abarcadas por nuestra condición de bautizados. “El ser cristianos debe implicar toda nuestra existencia, no sólo una hora los domingos, sino abarcando todos los criterios de pensamiento, el cauce de nuestros sentimientos, así como la concordancia de nuestras palabras y acciones con las enseñanzas de Jesús”.
Resaltó que nunca es demasiado tarde para renovar nuestra vida y hacerla concordar con la realidad de nuestro bautismo. La propuesta del Señor a través de Pablo para tu vida y mi vida, no es la mediocridad, sino la radicalidad. Dice: “Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rom 6, 11). Las ideologías de moda ofrecen una gran oportunidad para mantener firme nuestra fe, optando en favor de la vida y de la familia, aunque eso nos acarree rechazos y enemistades.
Apuntó que el santo evangelio, según san Mateo, que también vamos siguiendo poco a poco, domingo a domingo, nos habla igualmente de la radicalidad de vida de los discípulos de Jesús para la misión que se les encomienda, así como también del papel que juegan los demás a quienes les toca apoyar la misión de estos discípulos.
“Jesús pide ser amado más de lo que amamos a nuestros padres o a los hijos, tocando así los afectos más fuertes y auténticos de nosotros los humanos”. Dice: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí”. (Mt 10, 27).
Afirmó que poner el amor a Jesús por encima de cualquier afecto, no significa dejar de amar a nuestros familiares, sino que, al contrario, implica cualificar nuestros afectos. “Con Jesús y por Jesús, amamos mejor a nuestros padres y a los hijos, así como a cualquier otro familiar o amigo”.
Sin embargo, agregó, a veces, por amar a Jesús, tenemos que renunciar al afecto legítimo para actuar con toda libertad en el servicio al Evangelio. Si hay quienes se alejan de sus padres por su matrimonio o por simples motivos de trabajo, ¡cómo no vamos a aceptar alejarnos por causa del Evangelio!
Refirió que a los padres también les toca desprenderse de sus hijos para que sigan su camino de servicio al Señor y a su Iglesia. En esta demanda, Jesús está afirmando su divinidad, pues el mandamiento dice: “Amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas” (Mt 22, 37); esto supone de verdad, darle el primer lugar a Dios en nuestros amores.
Mencionó que el que quiera seguir a Jesús y, al mismo tiempo, tener éxito en el sentido que lo entiende el común de la gente, está equivocando el camino.
Texto y foto: Darwin Ail