Politik als Beruf

Ángel Canul Escalante
Angelalberto.ace@gmail.com
Facebook: Angel Canul Escalante

A menudo solemos dar por hecho que quien se dedique al ejercicio de la política habrá de hacerlo durante años o gran parte de su vida, llegando así a consolidar lo que conocemos como una carrera política que, a su vez, gesta a un político profesional, es decir, aquel que vive de la política. Se puede vivir de ella ya que, en tanto profesión, quien la ejerce recibe un salario. A su vez, se habla de una larga carrera política para quien ha ostentado varios cargos principales de la función pública. Lo anterior, según el imaginario colectivo, suele dotar al político de experiencia que resulta fundamental a la hora de aspirar a un mayor cargo.

Para poder tanto iniciar y posteriormente ascender en una carrera política, todo personaje debe contar con capital político que puede ser tanto personal y por delegación. A saber, el primer tipo de capital se basa en ser conocido y reconocido. El segundo es una suerte de mérito que se consagra en quien ejerza un alto cargo en alguna institución reconocida.

Por tanto, quien busque lograr ejercer la política por años debe responder a los intereses y objetivos que dicte el capital político al que se debe. Idealmente, en una democracia funcional, se espera que los políticos respondan al bien de las mayorías, mismas que le habrían dado el triunfo mediante el sufragio. Sin embargo, es de conocimiento público que el político termina debiéndose a quien financia los métodos de coacción y compra de votos. Así, la carrera del político se convierte en un medio para satisfacer intereses particulares, lo cual entorpece el ejercicio del poder para consolidar una sociedad más justa.

Cabría preguntarse por qué no tenemos interés alguno en que el ejercicio de la política deje de ser una carrera y sobre todo una profesión. Para Max Weber el quehacer político debía convertirse en una vocación, una actividad en la que cualquier persona podría desempeñar un cargo temporal para, una vez finalizado, regrese a su vida cotidiana. Esto traería como resultado que durante el ejercicio uno pueda mantener la sobriedad y objetividad en post entregar buenos resultados, pues el ser funcionario público sería el privilegio en sí, servir a los demás sería la finalidad misma. En su escrito Politik als Beruf, Weber diferenció entre “vivir de la política” y “vivir para la política”. El término alemán Beruf alude a ambos significados, exponiendo así cómo la política puede darse en dos sentidos opuestos.

Hoy en nuestros días Suecia es un ejemplo de lo que Weber habló hace más de cien años. En el país escandinavo los congresistas sólo ejercen funciones durante cuatro años, no poseen privilegios como bonos en su salario, financiamiento para viajes y oficinas lujosas, tampoco poseen inmunidad parlamentaria. En Suecia se vive lo que conocemos en nuestro argot popular como “servir al pueblo y no servirse de él” e ir a casa.

Si bien las políticas de austeridad es un primer paso en México, aún nos hace falta mucho para que la política recobre su carácter virtuoso y que quienes la ejerzan renuncien a sus aspiraciones de reconocimiento. Hacer de la vida publica un espacio para todo aquel que desee construir una sociedad mejor, es el fin. La política en nuestro país sigue siendo un medio para escalar más y más alto en detrimento de quienes los llevan al poder. Una política radicalmente distinta será la que deje de ser vista como profesión.