Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com
La propuesta de parte de la comunidad científica de que poseemos un segundo cerebro, en un principio parecía descabellada. Pero ahora sabemos, y gracias a las investigaciones más recientes, que nuestro segundo cerebro posee alrededor de 500 millones de neuronas y su propio ADN alojado en el ecosistema de nuestro microbioma.
En 2010 terminó de hacerse la lectura final de la secuenciación genética de nuestro sistema nervioso digestivo (o Sistema Nervioso Entérico) con lo que ya ha comenzado a estudiarse el origen de las enfermedades más comunes, y no sólo las típicas de nuestras “tripas”, sino de otras como el autismo y el Parkinson.
Resulta extraordinario, aunque por supuesto no lo ignorábamos del todo, cómo nuestro sistema digestivo ordena y demanda varios de los asuntos no sólo relacionados con nuestra fisiología (nuestro cuerpo), sino con lo demás relacionado con nuestras emociones y sentimientos.
Naturalmente no somos ajenos a de pronto sentir un vacío o un nudo en el estómago, a que ciertas cosas de orden nervioso se alojen o salgan precisamente de ahí. Es por ello que hoy se proponga de parte de la comunidad científica encargada de esta investigación, y dada la propia naturaleza de su circunstancia actualmente así entendida, que exista una vía bidireccional intestino-cerebro.
Los mejores hallazgos sin duda se muestran en el estudio de la “microbiota” (antes “flora intestinal”) que nos permite entender de manera más inteligente y extendida, cuál es la función de los microbios, del sano equilibrio de nuestro microbioma. Aunque esto ya lo sabíamos desde principios del siglo XX, gracias a la investigación de Eliá Méchnikov, Premio Nobel de Medicina en 1908; que demostró que no todos los microbios de nuestro organismo son malos, sino necesarios para el desarrollo y bienestar de nuestra vida.
Sin embargo; es hasta ahora que comenzamos a poner más atención en el nicho ecológico de nuestro microbioma intestinal para saber exactamente cómo funciona, y cómo es que de pronto se ha convertido en nuestro segundo cerebro.
Hablamos de un Sistema Nervioso Entérico (SNE) que se comunica “vía aferente” y a través del nervio vago, con nuestro Sistema Nervioso Central (nuestro cerebro craneal). Uno y otro se enlazan para determinar desde un comportamiento y un estado de ánimo, hasta el padecimiento de una enfermedad mortal.
Este segundo cerebro estaría determinado precisamente por su propia microbiota intestinal que definirá y nos dará la identidad de cada individuo, es decir, lo que sólo pertenece a él y a nadie más. Tanto así como la huella digital que cada persona posee de manera distinta y natural. Cada microbiota además es lo que hoy se asegura, podría determinar nuestro estado de salud en general. En ello incluidos trastornos de estrés, ansiedad o depresión.
Esto último considerando que es ahí, en este segundo cerebro de nuestros intestinos, donde se produce la mayor cantidad de serotonina, el neurotransmisor (hormona) que determina nuestra estabilidad y equilibrio. Y es ahí también de donde obtenemos más de la mitad de nuestra dopamina; hormona sin la que careceríamos de placer, gozo y expectativas de vida. Quizá también por ello que Hipócrates (el padre de la medicina) dijera alguna vez hace 2 mil quinientos años, que todas las enfermedades (orgánicas o emocionales) tenían su origen en el estómago.
Hoy la ciencia vuelve a rescatar y a estudiar con más profundidad este conocimiento.