El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, afirmó que en nuestros días se habla mucho sobre “equidad de género”, pero que se está muy distante de dar a cada mujer el lugar que le corresponde, por lo que es necesario poner de nuestra parte para la dignificación de la mujer: ni machismo, ni feminismo, sino humanismo que nos haga reconocer y tratar a cada persona, hombre, mujer, niño, joven, adulto o anciano, de acuerdo a su dignidad.
“Casi nadie pudo apreciar el valor de María, como Dios lo apreció, pues lo importante es lo que valemos ante Él”, indicó.
Aseveró que esperan que nuestras autoridades, tanto federales como estatales, puedan acercar a todos nuestros municipios y comisarías, las oportunidades que necesitan para la salud, el estudio, el trabajo, así como lo que implica el desarrollo humano integral.
“Que Dios guíe y fortalezca a nuestras autoridades para conseguir este objetivo, y que todos podamos contribuir para el bien de cada pequeño poblado”, indicó.
Por otra parte, dijo que ahora mucha gente está corriendo para hacer las últimas compras navideñas y muchas señoras lo hacen para preparar la cena de Noche Buena. “Ojalá que mientras hacemos todo eso, no perdamos el gozo de la Navidad; si vamos a regalar, hagámoslo pensando en la alegría que vamos a provocar a otros al manifestarles nuestro amor”, aseguró.
“Tengamos presente que el mejor regalo eres tú mismo, es cada uno de nosotros; recordemos que Cristo vino a darse a sí mismo, como el mejor de todos los regalos para la humanidad y para cada persona. Todo lo que tenemos nos viene de él, nada de cuanto tenemos se compara con él mismo”, refirió.
Indicó que hoy el profeta Miqueas en la primera lectura nos presenta el anuncio del lugar donde provendrá el Mesías: “De ti, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, saldrá el jefe de Israel” (Miq 5, 1).
Aseveró que las grandes ciudades brindan diversas ofertas para el desarrollo integral de las personas, pero no todos saben aprovechar esas oportunidades, ya que no buscan el desarrollo integral, sino solamente el material. Todos somos testigos por la historia, de que muchos de los grandes personajes no provienen de grandes ciudades, sino de los más pequeños poblados.
“No es la ciudad la que te hace grande, sino que tú puedes engrandecer tu terruño con una vida llena de realización personal y de servicio a la comunidad. No nos avergoncemos pues, nunca de nuestro origen. El Hijo de Dios hubiera nacido en el humilde poblado de Nazaret, sin embargo vino a nacer en una aldea menor en importancia”, puntualizó.
-También dice Miqueas: “Por eso, el Señor abandonará a Israel, mientras no dé a luz la que ha de dar a luz” (Miq 5, 2). La promesa habla de María, aún sin decir su nombre. Ella en su tiempo pasó como una mujer insignificante, sin ningún poder económico, político o social; sin embargo, después de Cristo, ningún ser humano es tan grande y glorioso como la santísima Virgen María. Que ella nos inspire y ayude para que todos veamos a cada mujer con el respeto que le corresponde -enfatizó.
-Miqueas indicó, además: “Porque la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra” (Miq 5, 3). Si algo le faltara a cada niño en su apariencia externa para ser valorado debidamente, basta esforzarnos por ver al Niño de Belén en cada pequeño, en primer lugar en los que no han venido al mundo. Sin condenar a tantas pobres mujeres embarazadas que se ven en circunstancias tan difíciles, que las llevan a considerar la posibilidad del aborto, esperemos que nadie que se llame cristiano quiera admitir este horrendo crimen; por el contrario, dediquemos nuestros esfuerzos por apoyar a quienes se ven en dificultades para traer a sus hijos al mundo -detalló.
Dijo que la segunda lectura, tomada de la Carta a los Hebreos, pone en los labios del Verbo encarnado, que ha llegado a este mundo, las palabras del salmo 39 que dicen: “Aquí estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad” (Heb 10, 7). Toma esas palabras para ti, no importa quién seas, hombre o mujer, pequeño o adulto, rico o pobre, porque esas palabras te darán el verdadero y pleno sentido de la vida. Para eso existimos, ese es el sentido de tu vida: hacer la voluntad de Dios. El Hombre por excelencia, el nuevo Adán, nos vino a enseñar que ésta es la razón de vivir.
Texto y foto: Darwin Ail