Enriqueta, para siempre

Mary Carmen Rosado Mota

@mary_rosmot

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Esta es una semana muy especial en la cultura mexicana, días que dedicamos para recordar a aquellos seres que se adelantaron en el camino de la inmortalidad, pero, además, celebramos sus vidas y el legado que construyeron. Muchos años antes de que el Comité Olímpico Internacional considerara que un hombre y una mujer de cada nación debían entrar cargando su bandera como lo vimos en Tokio 2021 o, incluso, que pudieran en conjunto encender el pebetero olímpico, hubo una mujer que cambió, para siempre, la imagen de que este distintivo estaba reservado únicamente para los hombres.

Enriqueta Basilio nació en Mexicali en 1948, rápidamente encontró su pasión en el atletismo y en su prueba favorita, los 80 metros con vallas, de la cual se convirtió en campeona nacional. Fue en octubre de 1968, cuando “Queta” tenía 20 años y formaba parte de la delegación mexicana que le sería asignada la mayor honra para un atleta olímpico: encender el pebetero en una ceremonia inaugural. Si bien mujeres deportistas ya habían formado parte de los relevos del fuego olímpico en anteriores ediciones, nunca una mujer había sido la última en sostener la antorcha.

Después de pasar por la mano de más de 2700 deportistas de todo el mundo, el fuego llegó desde Grecia hasta el estadio de Ciudad Universitaria, un 12 de octubre, de la mano de una Enriqueta que entró orgullosa al estadio, portando una playera y short blancos le dio la vuelta a toda la pista para enfilarse a subir los 90 escalones que la llevarían hasta el pebetero. Una vez en la cima, los ojos de todo el mundo se enfocaron por primera vez en una mujer en el acto más importante del olimpismo.

De la vida de Enriqueta Basilio conocemos poco, quizá porque en nuestro país padecemos del mal de perderle fácilmente la pista a nuestros deportistas. Lo que sí sabemos es que Queta tuvo la oportunidad de repetir su hazaña en dos momentos especiales. Fue relevo de la antorcha olímpica en su paso por México en el 2004 y hace un par de años en el 2018 encendió nuevamente, 50 años después, el pebetero de CU para celebrar el maratón de la Ciudad de México, este último ya con las secuelas del Parkinson.

Lamentablemente la deportista falleció el 26 octubre del 2019; pero no hay duda de que su nombre debe ser recordado y sobretodo, reconocido, como ejemplo, como inspiración, como enseñanza, para todas aquellas niñas y jóvenes que sepan que hay mujeres mexicanas que marcaron un antes y un después en la historia del deporte mundial. Gracias Queta, por ser la primera, por aquel día en el que seguro tu corazón latió con fuerza escalón tras escalón para decirle al mundo entero, para siempre, que las mujeres también son protagonistas del deporte.