Salvador Castell-González
Ha llegado el momento de admitirlo de frente, aunque duela: la palabra “sostenible” se nos ha muerto en la boca. Lo que alguna vez fue un faro de esperanza, hoy, a finales de 2025, se ha convertido en una etiqueta vacía, desgastada por el abuso del marketing y secuestrada por el greenwashing y el socialwashing corporativo. Hoy, cualquier producto, desde una botella de plástico hasta un pozo petrolero con “compensaciones de carbono”, lleva el apellido de la sostenibilidad. Y cuando todo es sostenible, nada lo es.
El problema no es solo semántico, es estructural. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), esa hoja de ruta que el mundo trazó con optimismo, se quedaron cortos. Se volvieron burocráticos, simples checklists para informes de responsabilidad social que se celebran en salones con aire acondicionado mientras el mundo exterior sigue ardiendo. La dura realidad es que los ODS, en su afán de consenso, resultaron incapaces de regenerar lo que está en crisis, sumándose a la larga lista de agendas incompletas; no lograron romper esa “parálisis climática” sobre la que la Secretaria Alicia Bárcena nos invitó a reflexionar.
Debemos ser brutalmente honestos con el lenguaje: “sostener” significa mantener algo en el tiempo. La pregunta es: ¿realmente queremos sostener un sistema económico que consume recursos más rápido de lo que la Tierra los recupera? La respuesta es un rotundo no. No basta con maquillar ni mantener estructuras defectuosas; es necesario deconstruirlas y comenzar desde cero.
Aquí es donde debemos trazar la línea y mirar hacia el nuevo horizonte: la Sustentabilidad Regenerativa. Ya no es suficiente con hacer “menos daño” o buscar ser “neutrales”. La neutralidad no cura heridas. Necesitamos sistemas activos que devuelvan más de lo que toman: que restauren la fertilidad de los suelos, que recosan el tejido social de las comunidades y sanen nuestra relación con la biosfera.
Lograr un cambio real requiere avanzar hacia la Metasustentabilidad, que implica modificar nuestro sistema mental. Significa dejar de ver la naturaleza como recurso y reconocerla como un activo natural vivo, que evoluciona. Hay que replantear los conceptos de éxito y bienestar. La metasustentabilidad consiste en crear condiciones culturales y políticas donde la regeneración sea inevitable y genere transformación colectiva duradera.
Cerremos este capítulo sin nostalgia. La muerte del término “sostenible” no es una derrota, es una evolución necesaria. Nos liberamos de la carga de tener que mantener lo obsoleto para tener las manos libres y construir lo inédito. No basta con sostener el presente; es tiempo de provocar y accionar hacia un futuro que aún no existe, pero que ya estamos diseñando. La sostenibilidad ha muerto; larga vida a la regeneración. Porque las nuevas agendas deben ser regenerativa, o no serán.




