Y al volverse, el gesto sereno. Cualquiera hubiese llorado, pues en la pantalla acababan de repasar la historia más grande del deporte español, siendo él protagonista en ocho de los 11 podios, desde 2003. Pero José Manuel Calderón, al girarse hacia el auditorio, apenas dijo: “Es el momento de dejar la selección. El partido del bronce en río 2016 ha sido mi último partido con la selección”. Así arrancó un discurso de diez minutos sin pausa ni apenas debilidad hasta que tuvo que hablar de su familia, que es grande y estaba presente: sus padres, su mujer, sus tres hijos y su equipo -representantes y demás-. “Con lo bien que iba”, dijo Calderón ya lloroso, en ese momento de hacerse humano.
Sólo la intimidad quebró el pulso de un hombre que sabe levantarse desde la esquina del campo y anotar con 15.000 gargantas en contra; un base que ya se abría paso en la selección absoluta con 20 años, en el Mundial de Indianápolis, y un año después era protagonista para una plata europea. Fue Calde quien se elevó tan alto como podía en Estocolmo para evitar una canasta de Italia en semifinales. Vendrían muchas más glorias: oro mundial en 2016 -“el momento más especial”-, para europea 2007, platas olímpicas en 2008 y 2012 y bronce en 2016, oro europeo en 2011 y bronce continental en 2013.
Nada le falta, si acaso algo más de suerte. De buena suerte, que la mala le dejó fuera de la primera selección campeona de Europa (2009), le apartó el último día antes de viajar al Mundial 2010, le inhabilitó en el tramo final en los Juegos de 2008 -siempre por lesión- o que le impidió embellecer con oro su mejor verano en el capítulo individual, el de 2007, que concluyó en el quinteto ideal del torneo. Mala fortuna también ya en 1999, cuando un tobillo que había que curar le separó de la selección júnior, pero no de una generación que le incluye. De hecho, asistió a aquella final de 1999 desde la grada y con ellos había sido rey de Europa un año antes, en el Big Bang.
Un trayecto de dos décadas que finiquita (sólo) en la selección, como explicó, ante el empuje de los jóvenes, para centrarse en la NBA -“tres o cuatro años”- y atender más a la familia. Adiós con un balance de alcance histórico, como sexto jugador con más internacionalidades (193) y un palmarés sólo por detrás de Pau Gasol, Felipe Reyes (10 podios), Navarro y Rudy Fernández (9). A ellos les comunicó también su renuncia, vía Whatsapp. “Gracias”, les dijo a esa otra familia. “Hasta que no lo dejas no te das cuenta de lo importante que somos unos para otros”.
De esa familia forma parte Jorge Garbajosa, ahora presidente, antes anfitrión de Calderón en Vitoria, luego recibido por Calde en Toronto y todo emoción este martes -se quebró antes que el homenajeado-. Porque, un ‘siglo’ de convivencia establece lazos profundos, superiores al éxitos. Como explicó Calderón: “He tenido la oportunidad de pasar todos estos años en una segunda familia y que va a estar ahí para siempre”. Ahí están y ahí estuvieron, en un vídeo de despedida por donde pasaron, entre familia y amigos, Abrines, Llull, Alfonso Reyes, Lucio Angulo, Claver, Pau Gasol, Jiménez -también estuvo presencial-, Felipe Reyes -su compañero de habitación los últimos cuatro años-, Ricky Rubio, Mirotic, Navarro, Nacho Rodríguez, Rudy Fernández…
Su legado es palpable y abultado en triunfos, pero es mayor donde no se ve, en el compromiso, que dejó como enseñanza: “Tenemos que intentar que la selección sea una familia, que siga siendo así, que siga su camino, que es el de unir, para que nos respeten cada día más. Jugamos mejor juntos cuando las cosas van mal. Y eso es lo que los peques tienen que aprender, desde mis peques, que empiezan a jugar, a los mayores”.- El Mundo