Como es de ley, como ha sido siempre, y como gusta que sea, el nacimiento presidía la plaza. Faltaba muy poco para Navidad… y sonaban villancicos por las calles, y el alumbrado alegraba y embellecía la ciudad. También las almas y los corazones repicaban alegres…
Alejandro, Pepe y Pablo se habían reunido en una cafetería para valorar el significado de la “catástrofe”… Entre uno y otro y el tercero habían perdido el anillo… Y ella, María, era la única a la que no podían culpar… Ellos habían fallado, y ellos enmendarían el fallo…
La primera “prueba” no había resultado difícil. Para alguien de piel taurina saber quién era el Maestro de Ronda hijo del Niño de la Palma resultaba una cuestión sencilla. Entonces debían viajar a la ciudad malagueña y buscar el sobre al pie de la estatua…
Recuperarían el anillo. De eso estaban seguros. Iban a desplazarse en el coche de Alejandro, y mientras ultimaban detalles, tomaban un chocolate calentito con canela. Hacía frío, y diciembre vestía de ilusiones y esperanzas cada rincón. Llegaba Navidad…
Salían ya a buscar el auto cuando repararon en la niña. Era pequeña y parecía encontrarse sola en mitad de la multitud. Nadie la ayudaba, pero ellos sí lo hicieron. Escucharon a la chiquilla, y le prometieron ayuda. Sus ojos asustadizos se tornaron en una mirada franca…
Caía la tarde…
Este cuento forma parte del que será mi nuevo cuento taurino Las historias del anillo…
Dedicado a mi Ronda
Dedicado a todos los que amamos la
Navidad y sus nacimientos y villancicos
Dedicado a Luis Carrasco, a Lourdes y
Carlos, y a sus padres…