Arzobispo de Yucatán resalta la importancia de la familia y la fe

Al iniciar la Semana de la Familia, el arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, exhortó a apostar siempre por la familia, y  resaltó que sus miembros son una responsabilidad en la que se debe invertir generosamente tiempo, cualidades y todo lo que uno es por ellos. Subrayó que la familia es la célula de la sociedad y, como comunidad de fe, representa una iglesia doméstica.

Pidió a los padres de familia, catequistas y educadores de niños y jóvenes que no den por hecho que estos comprenden con claridad la fe en la resurrección de Jesucristo ni que tienen plena esperanza en su propia resurrección.

Explicó que, además de la enseñanza transmitida en casa, existen otros “pseudoeducadores” con gran influencia debido a los medios que utilizan, como las caricaturas y las redes sociales. Como ejemplo, relató el caso de una madre cuyo hijo de cuatro años le preguntó: “Mamá, cuando yo muera, ¿en qué voy a reencarnar?” Ante esto, el arzobispo instó a los fieles a estar atentos para transmitir la fe de manera auténtica.

Indicó que, en la segunda lectura del día, se observa que en la comunidad cristiana de Corinto algunos profesaban un error doctrinal grave al negar la resurrección de los muertos. Pensaban que solo quienes estuvieran vivos serían llevados por Cristo en su segunda venida, que esperaban como inminente.

“San Pablo les habla con claridad y firmeza: ‘Si nuestra esperanza en Cristo se redujera tan solo a las cosas de esta vida, seríamos los más infelices de este mundo’. Nuestra fe integra la resurrección de Cristo de entre los muertos y la esperanza en nuestra propia resurrección”, mencionó.

Asimismo, destacó que la fe auténtica supone una aceptación libre y consciente. Advirtió que quien cree que no hay vida después de la muerte puede considerar que “todo se vale” para ser feliz en el presente, lo que podría llevarlo a cometer atropellos contra los derechos de los demás. También señaló que la creencia en la reencarnación es otra forma de materialismo incompatible con la fe cristiana.

“Si creemos en el Señor resucitado, demostremos nuestra alegría y nuestro amor. Si esperamos nuestra resurrección, que nada nos perturbe y sigamos con gozo haciendo el bien. La enseñanza de San Pablo debe definir nuestra fe: ‘Cristo resucitó, y resucitó como primicia de todos los muertos’”, expresó.

El arzobispo enfatizó que el Evangelio del día, según San Lucas, debe relacionarse con la primera lectura tomada del libro de Jeremías. Explicó que, aunque todos desean ser bendecidos, la bendición no es un acto mágico para atraer buena fortuna, sino la consecuencia del buen obrar.

Citando a Jeremías, recordó: “Maldito sea el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta al Señor de su corazón”.

El arzobispo también abordó el mensaje del Evangelio, en el que Jesús declara dichosos a los pobres, a los hambrientos y a los que lloran, una enseñanza que calificó como “tan revolucionaria que aún no terminamos de comprenderla y aceptarla”. Explicó que, en el pensamiento mundano, la felicidad está asociada a la riqueza, la abundancia y el placer, mientras que Jesús invita a sus discípulos a buscar el Reino de Dios por encima de los bienes materiales.

“Jesús nos llama a soportar con fe el hambre de lo que quisiéramos tener, confiando en que seremos saciados oportunamente. Nos invita a aceptar las lágrimas como parte de la vida y a llorar cuando el amor lo requiera, con la certeza de que Él mismo será nuestro consuelo”, expresó.

En el contexto del Día de San Valentín, el arzobispo deseó que la jornada haya sido una oportunidad para fortalecer el amor y la unidad en los matrimonios, consolidar los noviazgos bajo valores cristianos, celebrar la amistad y cultivar una actitud amistosa con todos.

“La mejor manera de crecer en el amor y la amistad es juzgarnos cada día ante Dios sobre nuestra generosidad y entrega. Si al dar o entregarnos esperamos recibir algo a cambio, es mejor detenernos y reflexionar. A los buenos sentimientos hay que añadirles razón y voluntad firme, cimentada en la fe, para tomar la decisión de amar verdaderamente”, concluyó.

Texto y foto: Darwin Ail