Buena o mala suerte

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

Por qué algunos insisten en hablar de su buena o mala suerte para referirse a lo que les pasa o les ha sucedido en la vida, cuando toda suerte deviene de un hecho fortuito o de azar donde el criterio o la voluntad no intervienen.

En nuestra vida humana para que algo suceda o no, más allá de los sucesos mismos de nuestro entorno o la naturaleza, como una guerra o un terremoto, deberá siempre estar sujeto a lo que nosotros mismos dispongamos o no hagamos.

Más allá también de lo que se crea o se diga, nuestro destino dependerá siempre de nuestras propias decisiones, de nuestra voluntad y nuestro juicio. Creer que algo se dará por simple mala o buena suerte, será tanto como ignorar que el fuego no nos quemará si nos acercamos demasiado, o que nada nos pasará si saltamos del tercer piso de un edificio.

La vida (la de nadie) no es como un juego de azar donde las cosas simplemente sucedensin que el jugador intervenga. Decidir negro o rojo, o apostar a un número de una ruleta mientras gira, eso sí podemos decir que lo decidirá el azar o la suerte. Pero en la vida, apostar por una cosa o por otra (un buen matrimonio, un buen trabajo, un buen amigo, un buen hijo, un buen viaje…), nada tendrá que ver con la suerte, sino con el propósito, la consciencia y la voluntad de hacer bien las cosas.

Para lograr que algo suceda en nuestra vida, si así lo queremos, dependerá siempre de cuánto nos empeñemos en ello, entendiendo que las probabilidades serán más que si no lo hacemos o ni siquiera lo intentamos. El resultado de no hacer las cosas, no querer o no saber hacerlas; sin duda conllevará a que no sucedan, por más que ingenuamente esperemos que la suerte sea quien se encargue.

El éxito (y no el fracaso) irá casi siempre acompañado del esfuerzo, la constancia, el compromiso y la voluntad puesta en ello. “Para tocar bien una flauta -dice Aristóteles- habrá que practicar mucho con ella”. No se llega a tener algo o todo, por suerte. Lo que se obtenga (amor, dinero, talento, amistad, salud, familia…) será siempre un producto del trabajo, la constancia, la práctica, el empeño, el estudio, la voluntad, la persistencia y el propósito.

Sin duda es bastante estúpido y ciertamente ingenuo pensar que será nuestra buena o mala suerte quien decida nuestra vida. Todo mal o todo daño difícilmente son fortuitos en el entendido de que ello será siempre una consecuencia de ineptitud y negligencia.

El bienestar, el amor o la salud cuando se tienen, no son tampoco los deseos otorgados por ningún genio mágico, sino la consecuencia y resultado de nuestras mismas acciones. Será siempre nuestra capacidad y nuestra inteligencia lo que gestione nuestra buena vida. Lo malo, nos sucederá regularmente por incapacidad y estupidez.

Pero imaginemos un ejemplo sobre el azar y la suerte. Imaginemos que alguien (que ha decidido participar) forma parte de un grupo de 20 personas. De espaldas al grupo hay alguien que deberá elegir solo a una de ellas llamándola por su número. Supongamos que elige al número 7 que deberá realizar una tarea. Si tiene suerte su tarea será probar una serie de postres para que tres de ellos sean parte de la carta de un restaurant, además de recibir una buena gratificación.   

Si no la tiene, su tarea asignada será lavar la cocina más los dos baños del restaurant si quiere ser contratado como empleado. Tanto lo uno como lo otro, no dependerá de ninguna capacidad, deseo o elección de la persona, sino del hecho fortuito de salir elegido. Aunque si buscamos la raíz de la causa de haber sido asignado para una tarea u otra, esta será la de haber decidido participar por voluntad propia y exponerse a ser elegido.