Poco a poco se suman nuevos temas, se abren frentes que nadie cierra y se acumulan los problemas. Mérida está bajo el acecho de quienes esperan que pronto vayamos a elecciones para lanzarse al abordaje. Se juntan varios factores que condimentan el caldo de cultivo: el crecimiento explosivo de la ciudad —natural y lógico de toda urbe que rebasa el millón de habitantes—, la llegada de miles de personas que buscan paz y tranquilidad; la apertura de nuevas inversiones de todo tipo, y la peor de todas, la aparición de partidos políticos interesados en llevar agua a su molino.
A la suma de los “dramas” urbanos y domésticos que padecemos, unos más grandes que otros, se unen varios líos artificiales “colgados” de diversos motivos; los menos son reales o están bien fundamentados y versan sobre la queja de los que quieren impedir el crecimiento o el desarrollo urbano en sus colonias o fraccionamientos y los más que aprovechan el lógico desgaste que el tiempo genera a la propia autoridad. Menudean ataques contra todos los proyectos urbanos, por “corrupción”, mientras la autoridad se defiende como puede, con formalismos legales —no creíbles para los más enojados— y aprobaciones de Cabildo que no son bienvenidas.
Por ejemplo, están los clásicos inconformes contra la tecnología: todos quieren cobertura en su teléfono celular o tener internet pero nadie quiere una torre con antenas cerca de su casa aunque estas no causen ningún problema más que en las leyendas urbanas. Y de las gasolineras ni se hable, aunque todos llenen sus tanques muy felices en la estación de servicio de la colonia de junto.
Pero a la suma de las quejas reales y las mal interesadas, por si fuera poco y para terminar de amolar, aparece como si nada el recorte que ordena el gobierno federal contra los municipios donde aún quedan autoridades de oposición con la desafortunada intención de quebrar a las ciudades, sumirlas en el caos de la falta de atención de los servicios públicos y generar inconformidad entre los ciudadanos que, como en el caso de Mérida, están acostumbrados a la cercanía de sus autoridades, que se les atienda rápido y bien, en el mantenimiento de calles, limpieza, alumbrado público, etcétera.
A todo ello se agrega el falso discurso de López “contra la corrupcion”, que taladra la mente de los ciudadanos y les hace creer con inocente esperanza que los problemas de su ciudad tienen que ver con todo, menos con la mano del propio presidente. Que el bache siga abierto, el foco apagado y la maleza crecida en el parque, no es culpa de la falta de presupuesto, de la carencia de equipo y de dinero para pagar las refacciones, sino producto de algún robo del partido que gobierna. A nadie le importa que el presidente recorte millones y menos cuando les piden colaborar con $5 mil pesos del predial, única tributación que pagan algunos para su ciudad: o sea $13 pesos diarios. Ni para tapar un bache.
El veneno está servido y solo falta que más personas se animen a consumirlo. El final puede preverse; la sociedad saldrá perdiendo, lo avanzado en la capital del estado en materia de buen gobierno podría ser tirado por la borda, para que arriben los que apresuradamente se suben al salvavidas del presidente aunque como le pasa a él mismo, luego lleguen al poder y no sepan qué hacer para atender una ciudad como la nuestra que es de las pocas que no ha dañado del todo este mal gobierno federal. Beba usted del caldo que guste.
El xix.— Se llevaron 25 días arreglando papeles y contratos, cuadrando las fechas, fabricando páginas de internet y armando la defensa de un solo asunto que sacó a la luz otros 20 temas. Ese es el verdadero logro de la casa gris. Verlos hacer malabares.




