Cinco jinetes del apocalipsis

Carlos Hornelas
carlos.hornelas@gmail.com

Dos de las condiciones más importantes para la viabilidad del Estado son: garantizar la seguridad de los ciudadanos y tener en sus manos el monopolio de la fuerza. Estas condiciones coadyuvan a la promoción del bienestar, el cumplimiento de la administración pública y el mantenimiento de la paz.

Sin embargo, estas condiciones son abordadas constantemente desde una perspectiva nacional como si se tratara de una cuestión esencialmente doméstica, cuando, desde hace tres décadas el mundo se encuentra interconectado.

La falta de políticas diseñadas en conjunto a nivel internacional ha permitido la proliferación de actividades ilícitas que a lo largo del tiempo y sigilosamente han tejido relaciones de connivencia entre poderes fácticos, intereses comerciales, políticos y funcionarios que forman redes sólidas y perfectamente conectadas a través de varios países.

Ocurre entre EEUU y México. Mientras EEUU se queja del envío de fentanilo a su territorio, cabe la pregunta acerca de, siendo el vigilante del mundo y con la mayor tecnología de monitoreo a nivel universal ¿cómo es posible que su frontera sea tan permeable? Y si ocurre lo que asevera el presidente mexicano, que los precursores químicos y su producción no ocurre en México, la cuestión es ¿cómo hace China para hacerlos llegar, pasarlos inadvertidos por la frontera y trasladarlos hasta ese destino usando a México como canal de trasiego?

Hoy Ecuador vive una crisis que algunos atribuyen a cárteles mexicanos que operan en ese país y que tienen verdaderos centros de operaciones en sus cárceles. Más allá de preguntarnos cómo llegamos aquí es necesario reconocer que las estrategias que se han utilizado no solo a nivel nacional sino a nivel continental para tratar de contener la violencia, la delincuencia y las actividades ilícitas no han tenido éxito por estar desvinculadas.

Los recursos de la delincuencia a veces superan los del Estado en algunas regiones específicas en las cuales el Estado no ha sabido llegar a cubrir las necesidades mínimas de la población. Además la capacidad de articulación que ostentan excede las capacidades nacionales o territoriales de los países que sufren los efectos de este flagelo.

En algunos países los grupos delictivos multinacionales se comportan como compañías o corporativos comerciales que usan todo tipo de medios para acrecentar su influencia mediática, económica y política para defender sus intereses.

La delincuencia, como cualquier otra empresa multinacional ha logrado diversificar sus actividades, invertir en áreas de oportunidad, ponerse a la vanguardia en tecnología, buscar socios estratégicos en otras latitudes, buscar la protección del gobierno y evadir compromisos fiscales.

La articulación de sus organismos en algunos casos supera en tiempo de reacción, eficacia, adaptación y cooptación al Estado convencional.

Ante este escenario habrá que conceder que este crecimiento en auge solo ha sido posible merced a la corrupción de los países involucrados que han sido laxos ante las primeras manifestaciones de estos hechos en sus respectivos ámbitos o bien, que simplemente no han aplicado la ley, que han sido selectivos en la procuración de justicia, que han utilizado a fiscalías o al aparato judicial para venganzas personales o en su propio beneficio o que han desestimado la capacitación de los ministerios públicos, jueces, entre otros.

Los nuevos jinetes del apocalipsis no son cuatro sino cinco, como dice Moisés Nahím en su obra: los mercados ilícitos de armas, drogas, seres humanos, propiedad intelectual y dinero.