Comer, dormir y amar

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

Existen tres instancias básicas para las que fuimos creados, Aristóteles les llamaría principios, pero nosotros los conocemos como instintos básicos. Sin ellos, y a pesar de todas sus variables, no podríamos sobrevivir.

Porque ¿quién puede vivir sin comer, quién podría hacerlo sin dormir, y quién que no ame o sea amado podría seguir viviendo? Porque se puede vivir sin piernas o brazos, sin ver, sin oír, sin poder hablar; todas partes funcionales de un cuerpo vivo y en movimiento. Pero sin comer o dormir… ¿quién? En general casi todos nuestros problemas como seres humanos sobre la Tierra se derivan, de una u otra manera, de la falta de bienestar y salud por no comer bien, no dormir adecuadamente, o no sentirnos lo suficientemente amados.

Comer, desde que nacemos, es lo primero que hace un recién nacido al buscar instintivamente el pecho de su madre para alimentarse. Y nadie le enseña a hacerlo, es algo que nace con él junto a la función de respirar.

Del mismo modo la primera caricia, la primera mirada y el primer abrazo los obtendrá también de la madre. Así, la primera palabra y el primer sentimiento de amor por el hijo, sin duda es lo que nos impulsa a todos a comenzar bien a vivir. De no ser así (porque existen casos que no son así); tanto la vida como el mundo se volverán contra nosotros.

Asimismo, la naturaleza nos provee de sueño, de la necesidad de dormir. De las 24 horas del día, 22 la pasamos durmiendo nuestros primeros días de vida. Si no durmiéramos no creceríamos, no habría modo de defendernos contra un mal desarrollo cognitivo y fisiológico. Es durante el sueño que nuestro cuerpo recupera energía, desintoxica el sistema nervioso y hace una limpieza orgánica.

Con el tiempo, y cuando la naturaleza de la que hablo se va despejando de nuestra persona; también y contradictoriamente nos alejamos de lo más básico. Alimentarse bien (simbióticamente) para mantenernos siempre saludables, se vuelve difícil y muchos con el tiempo pierden la cordura cayendo inevitablemente en la obesidad, la anorexia o la bulimia. Desaprenden la naturaleza misma con la que nacieron hasta el punto de ignorar cómo alimentarse apropiadamente, y como consecuencia, caen enfermos.

El dormir sana y sabiamente también es otro factor que en muchos casos parece haberse olvidado, hasta ya no poder conciliar el sueño. Como si se hubiera nacido con esa carencia o incapacidad de dormir saludablemente. Sabemos hoy que el no dormir bien es una patología derivada de la ansiedad, la preocupación constante y el estrés; factores que no permiten el flujo normal de la melatonina, hormona que, llegada la noche, nos permite dormir nuestros ciclos naturales de sueño. Quien no duerme bien, no está en paz. Ni el cerebro ni el cuerpo responden adecuadamente cuando no se cumple con la labor necesaria de descanso.

Sobre el amor existen también muchas variables. Nuestras relaciones no suelen ser constantes ni satisfactorias. El ser humano ama y desama a lo largo de toda su vida. Y no se trata, como dicen algunos, de la simple compañía (como la de un perro, un hámster o un gato), sino de la calidad de sentimientos con aquellos que amamos o nos aman.

Las peores desgracias humanas suelen ser por amor. Quien no se siente amado, sufre. Así como aquel que, por lo que sea, tampoco puede amar. El amor es deseo y pasión, pero también inteligencia y serenidad. Quien ama y es amado, como en la simbiosis del hijo pequeño y su madre; estará bien. Pero cuando no se ama o se nos deja de amar, hasta el mismo sistema inmune de nuestro organismo deja de responder.

Y se puede morir de dolor y tristeza como la madre de Ulises que, aunque aún la oía y la veía -dice Homero; ya nunca más pudo abrazarla. Primero fue ausencia (la de un hijo que había dejado de ver por casi veinte años). ¡Luego fue sólo un fantasma!