¿Cuál es el punto?

Sobre motocicletas y drogas

Por Gínder Peraza Kumán

 

Nos informa el Inegi que en los últimos años el número de choques que involucran a motocicletas va en aumento, al contrario de los que ocurren con automóviles. Las cifras que da ese organismo son de suyo preocupantes, y en ellas apunta, entre otras cosas, que el año pasado murieron 524 personas por el primer tipo de percances, los cuales sumaron 31 mil 505 en todo el país.

La noticia y las cifras no pueden dejar de interesarnos, pues en la prensa yucateca prácticamente todos los días se informa de accidentes que involucran a motos, y en las que mueren personas o quedan seriamente heridas, porque al contrario de lo que sucede con los automóviles, lo que se impacta en esos hechos es directamente el cuerpo de los conductores o pasajeros.

Prácticamente todos hemos visto cómo en las poblaciones del interior del estado han proliferado las motocicletas, conducidas por personas que en su mayoría no muestran la más mínima precaución, educación vial o al menos simple cortesía ciudadana. No hay semana en que no muera algún motociclista o pasajero de moto, o quede seriamente herido alguno de ellos, con lesiones que cargará el resto de su vida.

Y parece que la situación no mejorará, sino al contrario, empeorará, porque las autoridades municipales nada hacen por regular el tránsito de motocicletas, al parecer temerosos de que hacer valer la ley les genere antipatías políticas, que las personas del pueblo se lo tomen a mal y les cobren luego la factura en las urnas.

Con esa cobardía política, que les impide incluso establecer calles de un sólo sentido (alcaldes y ciudadanos todavía quieren comportarse como si estuvieran circulando en el corral de su rancho), los accidentes, las muertes y los heridos serios continuarán hasta que alguna autoridad superior, estatal o federal, intervenga para ponerle freno al problema.

Los ciudadanos hacen su gran parte del problema, pues suelen circular en sus motocicletas a exceso de velocidad, sin casco, hasta cuatro en un solo vehículo y sin luces en la noche. Es frecuente ver a niños, niñas y adolescentes de uno u otro sexo conduciendo uno de esos vehículos, y tenga por seguro que la inmensa mayoría de motociclistas nunca ha recibido capacitación.

Hay otro problema en el que la ignorancia, dejadez o apatía de las autoridades y los ciudadanos se hace evidente, y que resalta en una nota con la que nos topamos en nuestra revisión diaria de medios impresos. La información de marras dice que policías de Calotmul –población que está a unos 10 km al norte de Valladolid– detuvieron a cinco jóvenes que fumaban marihuana en la vía pública; de ese quinteto el de mayor edad tiene 24 años, y dos de ellos apenas alcanzan los 16.

Recientemente un vecino de Dzilam González me contaba que ahora entra uno a cualquier cantina de esa población (tan querida para mí, porque ahí nací) y no es raro que se encuentre a jóvenes inhalando cocaína o fumando marihuana, sin preocuparse si los ven los demás parroquianos. Y la situación es tantito peor en este sentido en el vecino puerto de Dzilam Bravo, según mi informante. Y ya ni hablar de poblaciones como Buctzotz, Panabá y Tizimín, (esta última ya tiene rango de ciudad).

El punto es que la venta de drogas en las poblaciones del interior del estado es un secreto a voces, y que el aumento de jóvenes drogadictos es imparable. Todos conocen ambos aspectos del problema pero prácticamente nadie hace nada, y no son nada raras las versiones que circulan en el sentido de que autoridades municipales, las policías locales y las “coordinadas” se hacen de la vista gorda y toleran esos delitos a cambio de recibirnos unos cuantos pesos.

Por un lado vemos morir todas las semanas a jóvenes motociclistas, la mayoría de los cuales carecen de la más mínima cultura de seguridad vial; y por el otro lado observamos cómo se droga cada vez más nuestra juventud, y en ambos casos nada hacemos. ¿Lloraremos mañana nuestra omisión, cuando la tragedia o la muerte que generan esos problemas nos alcancen? ¿Seguiremos esperando pasivamente que las autoridades se decidan a hacer algo, mientras nosotros nada hacemos? ¿Usted qué cree?

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