Desilusión

Claroscuro

Francisco López Vargas

 

Desilusión

 

En la pasada campaña presidencial, Enrique Peña Nieto y su partido le vendieron a los mexicanos que ellos debían gobernador porque tenían claro qué se tenía qué hacer por el país luego de los dos sexenios panistas que no lograron erradicar prácticas degradantes de la política mexicana.

Desilusionados unos y defraudados otros, los mexicanos asistimos a unos comicios en los que la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, no lograba consolidar su posición gracias a que cambió radicalmente su imagen y su discurso. El cambio de imagen la borró de la contienda y la vaguedad de sus argumentos terminaron por minar su posibilidad de crecer y ganar.

En el camino, Felipe Calderón Hinojosa se encontró con una disyuntiva que le aterró, según comentaría en privado: Andrés Manuel López Obrador parecía perfilarse como el triunfador mientras la candidata panista seguía sin levantar, sin consolidarse.

La presidencia operó y al hacerlo favoreció la llegada de un candidato que había cometido errores de primaria a lo largo de su campaña. Sin embargo, pareciera que la visión política de la gente del poder tenía claro que era mejor apoyar a Peña que dejar pasar a Andrés Manuel López Obrador.

Me decía el otro día mi amigo el ex alcalde Luis Correa cuando me quejaba de la pobreza de la clase política actual: “es lo que hay”, y creo que fue una respuesta exacta, práctica y precisa.

Por desgracia, esa pobreza pareciera que no se irá en un buen rato. En el gobierno actual, los cambios al interior del gabinete no sólo preocupan sino que dejan claro que vivimos en un país en el que sólo prevalece la visión de un par de personas y que esa visión es la que no ha tenido a la deriva en los últimos tres años.

No se trata de decir que estábamos mejor con Calderón o Carlos Salinas, López Mateos o Miguel Alemán. Se trata de revertir esa idea de que en México vivimos en crisis desde los años 60´s cuando la inestabilidad política empezó a hacer mella en los mexicanos y derivó en una peor clase política que no sólo dejó de pretender ser honesta sino que se abrió de pecho y demostró su voracidad y corrupción.

México y cada uno de sus estados pasará muchos años para ser diferente. Pareciera, lo tengo claro desde hace años, que el país sólo empeorará en los próximos años antes de empezar a cambiar para mejorar.

Lo que nos está matando como sociedad es que la impunidad está arraigada con una solidez que deja muy claro que la corrupción y el latrocinio se perdona, se justifica y hasta se presume: el que no transa no avanza, dice el tristemente refrán popular.

Gobernadores que se van con la maleta llena de diamantes, pero que se ofenden cuándo se les pregunta de dónde salió su fortuna; político que salen a contar su vida de miseria como medio para justificar su latrocinio, su dispendio. Al final, sólo son trepadores sociales que creen que lo que tienen lo hará ser lo que no son, lo que no serán simplemente porque no está en ellos, en su origen.

¿Cuánto ha cambiado una persona que pasa de su casa familiar en un barrio pobre de la ciudad a una casona en Francisco de Montejo y luego a la mansión en el Campestre?, ¿puede justificar un funcionario público de mediano talante un crecimiento económico de ese tamaño? La verdad es que no, pero lo hacen porque la gente vota por ellos –aunque la mayoría no lo haga-, porque nadie les exige claridad, transparencia y los fuerza a ser escrupulosos en el manejo de los bienes públicos que se les entregan para administrar.

La desilusión del mexicano está justificada pero también es culpa del propio ciudadano de todos los días. La gente es seducida con enorme facilidad por el dinero ganado sin esfuerzo, por esa expresión de que nada se puede hacer, de que es ponerse con Sansón a las patadas.

¿En verdad creemos que no hay nada qué hacer?, ¿en serio estamos convencidos de que no tenemos remedio?

Lo cierto es que los ciudadanos mientras más lejos de participar, más ceden para que las cosas sigan si no igual, mejorando sólo para ellos. No nos desilusionemos, hagamos algo que sólo haciendo podremos cambiar las cosas.

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