El despertar de la primavera bajo la sombra de gigantes

Por Ángel Torruco

 

Marzo nos deja atrás y es sin duda uno de los meses que más nos han hecho reflexionar. Son tantas las cosas que hemos festejado, disfrutado o lamentado, que nos llevamos un gran cúmulo de aprendizajes para el resto año.

Francois Mauriac nos solía decir que la muerte no nos roba a los seres amados, sino que al contrario, nos los guarda y los inmortaliza en el recuerdo. Son tantos los hombres que se volvieron inmortales en este tercer mes del año, que vale la pena recordarlos.

En los anales del recuerdo, ya estarán esperándonos las letras revolucionarias de Mariano Azuela, el espíritu independentista de Josefa Ortiz de Domínguez y el pensamiento lógico de Aristóteles.

Despedimos también a Alexander Fleming, cuya penicilina nos ha salvado más de una vez; tal y como su autor salvó dos veces a Winston Churchill, una vez con sus manos y otra vez con su ingenio. Increíble es pensar que el mismo 12 de marzo que alguna vez sirviera para impulsar la Marcha de Sal de Gandhi en favor de los derechos de un pueblo, fuera el mismo día, pero años después, que viera cerrar los ojos de la famosa Ana Frank por la mayor masacre registrada en la historia en contra de otro pueblo.

Jesús Silva Herzog se volvería a morir si viera el panorama actual de la economía mexicana y que decir de José Muñoz Cota Ibáñez, si supiera toda la gente que lo cita en sus discursos por estos días. Claro, si Karl Marx nos dejó también en este mes y si Julio César y Luis Donaldo Colosio fueron traicionados y asesinados, que nos puede esperar a los simples mortales que aún seguimos vivos, seguro hasta el mismo Nicolás II volvería a abdicar.

Hoy extrañamos las letras de Juan de Dios Peza y el alto nivel intelectual de Jesús Reyes Heroles, que seguramente estarán viajando en algún punto del Universo que solo habrá visualizado Julio Verne, mientras Isaac Newton lo acompaña probando una y otra vez su Ley de la Gravitación Universal. Guadalupe Victoria no podrá evitar preguntarse: México ¿qué te pasó? Goethe habrá tenido que escoger si seguir el camino de Mefistófeles o de Dios, ¿qué habrá ganado la virtud o el deseo por el conocimiento? Todo esto mientras Miguel Lerdo de Tejada y Sóstenes Rocha observan a nuestro país con lágrimas en los ojos, al mismo tiempo que Beethoven toca suavemente “Para Elisa”.

Sin embargo, Henry Van Dyke nos recordó en algún momento que debemos alegrarnos de la vida, porque ella nos da la oportunidad de amar, de trabajar, de jugar y de mirar a las estrellas; y así como marzo nos guardó a varios grandes, también nos regaló la luz de muchos otros.

Sin la rosa de marzo no habría surgido una Margarita Maza, para abrazar con sus pétalos a otro retoño que brotó poco antes, llamado Benito Pablo Juárez García. No habríamos conocido la genialidad de Einstein, ni la pureza de las letras de Cesar Vallejo.

La ciencia de Mario Molina jamás hubiera alcanzado un Nobel y aquel pequeño niño introvertido llamado Henrik Johan Ibsen nunca se hubiera convertido en el padre del drama realista. Hoy sabemos que también le debemos los 900 cuadros y más de 1,500 dibujos de Vincent Van Gogh, la ciencia de Descartes, el reinado musical de Soshana Damari y que decir del silencio de Octavio Paz, que como una nota brota del fondo de la música, que vibra, crece y se adelgaza hasta que en otra música enmudece para siempre.

¡Qué privilegio es cada año vivir el mes de marzo! Recordar la trascendencia de nuestras mujeres el 08, recibir a la primavera el 21, valorar la importancia vital del agua el 22 y sentir en nuestros pies los pasos de tantos gigantes que nos han antecedido. Digno es nacer en marzo y honorable ha sido morir en sus días.

Vamos entonces querido lector por las 3/4 partes del año que nos faltan, inspirándonos con la grandeza de estos días que hemos vivido y con nuevos brios para seguir construyendo un mundo mejor. No olvidemos que la vida se vive todos los días y cada hora marcamos un nuevo paso en las letras de nuestro destino.

 

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