Editorial de Peninsular Punto Medio

Atrás quedaron los discursos en pro, por así decirlo, por el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Ayer fue el turno de las manifestaciones contra la violencia feminicida, la más terrible de todas, pues la víctima pierde la vida y los que le sobreviven sufren las secuelas todos los días de sus vidas.

Como ya seguramente usted se informó en este periódico, un grupo de activistas develó anoche la “Antimonumenta”, en el Remate de Paseo de Montejo, un símbolo de la lucha contra la violencia que ya se ha instalado por fin en Mérida, pero que ya existe en otras ciudades mexicanas.

Allí, ante la figura del feminismo con un puño cerrado, las mujeres yucatecas gritaron, cantaron, se quejaron y hasta un minuto de silencio ofrecieron por las mujeres caídas en sus hogares, a manos de exparejas o actuales parejas sentimentales.

Contrario a otras manifestaciones y en otras ciudades, la de aquí fue una expresión pacífica, pero no por ello menos importante, en contra del sistema patriarcal, que, dijeron, oprime a las mujeres.

Se escucharon porras en contra de los varones (violadores) y las autoridades (que no castigan) y además cánticos que reivindican la lucha feminista en el mundo entero.

La develación de “la Antimonumenta” estuvo a cargo de dos mujeres que llevan en el alma el movimiento feminista y contra el feminicida, Ligia Canto Lugo, mamá de Emma Gabriela y Lizbeth Martín Esquilano, madre de Fernanda Gual, ambas víctimas de feminicidio. Dos progenitoras que viven y respiran por justicia para sus hijas y que no hay porque regatearles nada.

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