Editorial de Peninsular Punto Medio

Las Fuerzas Armadas de México vivieron ayer dos momentos completamente opuestos: detuvieron al narcotraficante Rafael Caro Quintero en Sinaloa, pero por la tarde un helicóptero se desplomó cerca de Los Mochis, en el mismo estado, en donde 14 marinos perdieron la vida.

La detención del capo demuestra que la política de seguridad nacional, además de los abrazos, no balazos, también comprende acciones para llevar ante la justicia a las personas que son buscadas por las autoridades, tal como sucedió a media semana en Topilejo, en la Ciudad de México, y ayer en Sinaloa.

Diversos especialistas consultados por medios de comunicación en la capital del país consideran que este tipo de detenciones muestran que el Estado Mexicano está fuerte y no esquiva su responsabilidad de enfrentar a los generadores de violencia, aunque no lo parezca, o la oposición diga que no se hace.

Por cierto, Caro Quintero es señalado como un objetivo prioritario para el Gobierno de México y de los Estados Unidos de América.

Sobre el segundo evento que enlutó a las Fuerzas Armadas de México y a las familias de 14 elementos, no se sabe mucho, pero las autoridades se apresuraron a mencionar de que se trató de un accidente, por lo que se descartó cualquier otra conjetura.

En total viajaban 15 personas, por lo que una recibe atención médica, señala un comunicado de la Sedena, sin precisar su estado de salud.

El helicóptero siniestrado es un Black Hawk de la Marina, el cual se desplomó en inmediaciones de Los Mochis, en el estado de Sinaloa. De acuerdo con versiones, algunos de los fallecidos fueron marinos que participaron en el operativo para detener a Caro Quintero. Por lo pronto, hay que dejar que se esclarezcan los hechos para ver si una cosa no llevó a la otra.