El beso en el viento…

…en el viento vivía un beso. Pero poseía un secreto: únicamente los niños podían verlo. Y lo veían. Hablaban de él, lo describían como un ser pequeño, hermoso. Por aquellos días yo pasaba muchas tardes en el hospital con mi abuelo enfermo. Y escuchaba a los pequeños platicar en el pasillo. Eran tres, dos hermanos y un primo. Se encontraban allí porque el mayor de los cuatro, el hermano de los dos gemelos, se hallaba grave.

Eran muchas horas de clínica. Corredores largos, caras de angustia, preocupaciòn en las miradas. Era verano, pero los niños siempre querían venir a visitar al muchacho. Eran los cuatro, siempre lo habían sido. La planta infantil era alegre, las paredes estaban pintadas de colores suaves con muchos dibujos, y todas las enfermeras sonreían constantemente. Sin embargo los chiquillos cada tarde subían hasta el quinto piso…

Un día averigüé la causa..

Les escuché decir que el beso en verdad vivía en un árbol centenario cuyas ramas entraban en la terraza de esa planta. Vivía allí, y se nutría del cariño de las estrellas y de la brisa veraniega. Y jugaba con las hojas del árbol… Cada anochecer penetraba en el hospital, y descendía sigilosamente por las escaleras hasta alcanzar la zona infantil. Se colaba en las sábanas de cada camita, y obsequiaba a cada pequeño enfermo un beso especial.

Lo hacía porque las noches de hospital son angustiosas…

Para que cada niño se sintiera más arropado, más querido, más protegido… Tenían sus oraciones, las caricias de los padres, los abrazos de las madres, el cuento de buenas noches…y un beso del beso… Muy tierno!
Aquellos chiquitines habían descubierto la morada del beso, y en su inocencia acudían cada atardecer a contemplar sus idas y venidas. Pendientes de la salud del pequeño niño hospitalizado…

Para Luisito, con un gran beso
Para cada pequeño hospitalizado

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