Mary Carmen Rosado Mota
@mary_rosmot
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De manera constante podemos disfrutar del gran trabajo que realizan atletas de diversas disciplinas que representan a nuestro país en el ámbito nacional e internacional; tan solo este fin de semana podríamos nombrar como ejemplo a la selección femenil de futbol que derrotó de manera contundente a su similar de Argentina seis goles por uno, o a Sergio “Checo” Pérez que ayer domingo se subió al podio en la tercera posición del Gran Premio de Estados Unidos.
Por eso digo con orgullo que México ha sido cuna de grandes exponentes dentro del deporte, que con esfuerzo y trabajo duro logran dejar una huella para las generaciones que vienes detrás. Sin embargo, hay algunos casos donde la labor realizada va mucho más allá de las victorias o los trofeos que podamos coleccionar.
Laura Serrano García nació el 20 de octubre de 1967 en la Ciudad de México, en el seno de una familia donde la distinción de labores entre hombres y mujeres era constante, lo que marcaría años más tarde su destino en la historia del deporte nacional. Conforme fue creciendo se interesó por algunos deportes como la natación y el futbol, aunque no recibió mucha oportunidad de poder practicarlos.
Fue precisamente en su paso por la carrera de derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México que Laura descubrió el box, ese deporte donde veía que jóvenes de diferentes edades se concentraban en golpear un saco y que en un principió consideró como una buena actividad para mantenerse en forma. Hasta que el gusto por este deporte se combinó con la pasión y talento que demostraba se dio cuenta de que ser boxeadora en México era imposible.
Desde que en 1947 se estableciera un decreto presidencial que prohibía la participación de las mujeres en las peleas de box, esta práctica quedó relegada a la clandestinidad o al simple entrenamiento como un ejercicio físico, dejando de fuera cualquier posibilidad de participar en una pelea o convertirse en deportista profesional.
Es por ello que la carrera de Laura se desarrolló en el extranjero, debutó en Las Vegas en 1994 y un año más tarde se convirtió en Campeona Mundial de peso pluma de la Federación Internacional de Boxeo, no solo la primera mexicana sino también la primera boxeadora de América Latina que lograba un título mundial. Después de eso se mantuvo invicta hasta el 2003 y tras unos combates más, colgó los guantes de manera profesional en el 2007 con un récord de 17 victorias, 5 derrotas y 3 empates.
Pero además de ser fuente de inspiración, como abogada mantuvo una pelea legal para que se eliminara la prohibición del boxeo para las mujeres, batalla que ganó a final de la década de los noventa. Irónicamente ella nunca logró gozar en su época como profesional de combatir en tierra mexicana.
Poeta, abogada, esposa, mamá, campeona, hay muchos adjetivos con los cuales podríamos nombrar a Laura, pero quizá el más exacto sería luchadora, una mujer que supo hacerle frente a cuanto obstáculo encontró en su camino y aún en los momentos más difíciles de su carrera siempre mantuvo la pasión por el deporte que amaba y el compromiso de saber que estaba trazando el camino para que otras mujeres también pudieran vivir esta aventura.