Cuando se acabó la Navidad desmontaron el nacimiento, retiraron el abeto y guardaron las postales y todos los objetos decorativos. El tren formaba parte de una figura animada, se trataba de un conjunto de montañas nevadas, casitas con velas y guirnaldas en las ventanas, carteros recogiendo las cartas a los Reyes Magos… y un tren infantil que recorría el lugar haciendo las delicias de los niños.
El tren se despegó de la plataforma y se cayó al suelo, con tan mala suerte que se quedó oculto detrás de una mesa. Nadie lo vio. Durante la noche, cuando el hombre conectó su ipad a un enchufe cercano, el tren cobró vida. Saltó hasta la ventana, y de allí hasta la mesita baja y blanca que había en la terraza. Fue entonces cuando comenzaron sus aventuras, mientras fuera caía el rocío.
El trenecito inició un viaje hacia un lugar cuyo nombre empezaba por T, y resultó ser un sitio bello donde había plaza de Toros, toreros dando una charla y fotografías de Talavante! Luego llegó a la aldea de la O, con olés sonando en cada esquina y ovaciones y libros de Ordóñez. Al pueblo de la R fue más tarde, ritmo y raza en sus habitantes, todos ellos de Romero. Al alcanzar la E por cada rincón se deshacían novilleros en estatuarios imposibles, y la elegancia se veía en un museo taurino. Y tuvo que regresar a la aldea de la O el tren, para contemplar el oro en un bordado de un vestido de luces! Qué viaje! Deseaba hacer otro al día siguiente!
Por la mañana la niña encontró el tren. Qué frío se había quedado. Mamá lo pegó con cola blanca a la base y lo guardó en el altillo. Hasta que volviera la Navidad no le volverían a ver. El tren sonreía feliz, soñaría con arrucinas, Sevilla, magia, Silveti, José Tomás, un pasodoble, una verónica… Qué bello el toreo!
Viva el toreo!
Dedicado a los que defienden y aman el toreo
Dedicado a Luis Carrasco