Carlos Hornelas
carlos.hornelas@gmail.com
La geopolítica a nivel mundial se ha estado reconfigurando en los últimos años. Al final de la Segunda Guerra Mundial el mundo se polarizó con la llamada Guerra Fría, que terminó por moldear las condiciones actuales. Sin embargo, la posición de China en la escena mundial ha adquirido cada vez mayor importancia y actualmente está luchando por tener la supremacía a escala mundial.
Apenas han pasado dos semanas, acaso, de la llegada de Trump a la presidencia de EEUU y el panorama internacional se ha alterado drásticamente. El martes anunció órdenes ejecutivas que implican la salida de su país del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, así como la suspensión por 90 días de diversos fondos, para organismos defensores de estos derechos, así como instituciones denominadas humanitarias que trabajan a favor de las garantías democráticas alrededor del mundo. Después de este período de evaluación, decidirá cuáles de ellos continúan y cuáles no.
El decreto, según se ha dado a conocer, establece, como condición que las receptoras de asistencia americana se alineen por completo con la política exterior del gobierno en turno.
Las propias organizaciones receptoras han expresado su temor porque al frenar tales recursos algunos gobiernos de carácter autoritario podrían acendrar tanto sus políticas como el endurecimiento de sus medidas represivas contra grupos opositores.
Aunque por otro lado es bien sabido que muchas de estas organizaciones realizan labores de espionaje e inteligencia que permiten intervenir a favor de los intereses americanos.
Mientras en su primer mandato Trump congeló la ayuda a la OMS en 2020, China prometió fondos adicionales. Mientras Trump afecta con esta política a muchos países particularmente latinoamericanos, China empieza a tejer nuevas relaciones diplomáticas con un sable bajo la manga. En otros tiempos llamamos a la política americana la estrategia de la zanahoria y el garrote, ahora China empieza algo similar.
En 2015, el régimen de Xi Jinping inició una estrategia de liderato global a través de lo que se llamó la Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como la Nueva Ruta de la Seda. China ha establecido proyectos de infraestructura con numerosos países subdesarrollados extendiendo su radio de influencia más allá de los confines Asia-Pacífico a través de esquemas en los cuales ha facilitado los recursos para financiar obras de gran envergadura a través de empréstitos que a la postre son incapaces de solventar y con resultados que no dejan satisfechos a los beneficiarios.
En casos como Sri Lanka, Montenegro o Zambia, además de la deuda inicial, la corrupción generada ha reforzado los regímenes autoritarios y el legado de la deuda y los intereses a las administraciones posteriores a las firmantes originales de cada acuerdo. Esto ha causado una mayor polarización social que impide hacer frente en bloque y desestabilizar políticamente el interior.
Una de las tácticas usadas por China es negociar de manera bilateral con cada nación y en particular sin licitaciones para evitar tanto la transparencia como el arbitraje o la competencia con compañías multinacionales. De esta manera la influencia sobre la vida económica y política de sus prestatarios aumenta considerablemente al paso del tiempo.
A esto se debe sumar que las renegociaciones de deuda se llevan a cabo de forma privada y bilateral, sin la intromisión de ningún otro agente.
Latinoamérica debe mantenerse alerta para evitar caer en tentaciones de alinearse con uno u otro frente y condenarse a perpetuar viejas dependencias. Para México tal vez sea tiempo de mirar hacia el Sur.