Robert Morin vivió una vida sencilla y humilde. Conducía un viejo Plymouth, no era exigente con la comida y pasaba todo su tiempo libre leyendo.”Podía desayunar patatas fritas con Coca Cola, comer un sándwich, y en casa lo esperaba una cena de comida precocida del súper porque el único aparato electrónico que sabía manejar era un microondas -decía su consultante financiero- Era un caballero muy inusual”
Morin había trabajado en la biblioteca de la Universidad de New Hampshire durante casi 50 años hasta que se retiró en 2014. Un año después, murió a la edad de 77 años y dejó toda su fortuna a la universidad. El montó era de 4 millones de dólares.
Nadie jamás había sospechado que el humilde bibliotecario tenía tales cantidades. Muchos en el campus lo conocían, era una persona positiva que evitaba intrigas y disputas, a menudo conversaba con los estudiantes fumando una pipa en el patio frente la biblioteca.
Se sabe que Morin le confió a su universidad disponer de su regalo como lo considerara necesario.”Sabrán qué hacer con ese dinero”, sonreía él.
100.000 dólares de estos fondos fueron destinados a la biblioteca de la universidad donde trabajaba Morin. Ese dinero apoyará los proyectos científicos de los empleados de la biblioteca y de los alumnos, así como también ayudará a reparar la sala multimedia. El bibliotecario le regaló otro millón de dólares de esta cantidad al estadio de futbol de la universidad. Con el resto del dinero la administración de la universidad lanzará y organizará el centro de profesión para los graduados. Según el director, Robert estaría feliz si supiera que les ayudará a miles de estudiantes a lograr tener éxito en su carrera.
”Simplemente no podíamos creer cuando supimos lo que Bob hizo por nosotros -dijo la vocera de la universidad-. Pasó aquí la mayor parte de su vida, estaba devoto con todo el alma a este lugar y a los estudiantes. Quería hacer algo especial para ellos, por eso heredó toda su fortuna a la universidad”
-Washington Post