Al oficiar la misa en Domingo de Resurrección, el arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, exhortó a que se viva “como resucitados”, una vida nueva según el ejemplo de Cristo y también a cuidar la vida de la naturaleza, nuestra Casa Común, pero mucho más, cuidemos de la vida humana, desde el primer momento de su concepción, hasta el último momento de su muerte natural, no hay que olvidar que el primero de los derechos humanos es el derecho a la vida.
En ceremonia realizada en la Catedral de San Ildefonso, indicó que desde hoy, y durante toda la pascua no escucharemos lecturas del Antiguo Testamento, porque en la resurrección de Cristo todo es nuevo. En cambio, iremos leyendo todo el Libro de los Hechos de los Apóstoles, el cual es como la segunda parte del evangelio de san Lucas, pues el mismo evangelista escribió este libro como una segunda parte de su obra.
“El libro trata sobre cómo nació la Iglesia y como tuvo su primer desarrollo con la obra evangelizadora de los apóstoles, los cuales iban fundando iglesias y dejando en cada una un obispo, presbíteros y diáconos a cargo de ellas. El libro terminará, pero en realidad permanece abierto, porque la historia de la Iglesia se sigue escribiendo hoy en día, y el protagonista continúa siendo el mismo: es el Espíritu Santo, quien va escribiendo derecho, a pesar de nuestros renglones a veces muy chuecos”, refirió.
Expresó que lo más sobresaliente es el testimonio que van dando los Apóstoles sobre la resurrección de Cristo, y como a algunos les va costando la vida, tal como sigue sucediendo en el momento actual.
“En el pasaje de hoy dicen los Apóstoles, que ellos, después de la muerte y resurrección de Jesús, han comido y bebido con él, como testigos escogidos de antemano. Pero antes dicen que Jesús pasó haciendo el bien, lo cual es un claro reproche a las autoridades que lo acusaron en falso, pagando mal con bien”, apuntó.
También es importante subrayar que ellos declaran que tienen el mandato de Jesús de predicar como lo están haciendo. Dicen: “Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos” (Hch 10, 42).
Dijo que la esencia de la Iglesia y la razón de su existencia es continuar cumpliendo con ese mandato, de evangelizar anunciando la resurrección de Cristo.
“Todo cuanto hace la Iglesia es para propagar su fe, predicando en las homilías y en la catequesis; celebrando la fe en cada Eucaristía y en cada sacramento; haciendo brillar la fe en cada obra de caridad y de justicia, es decir, en la construcción del Reino de los cielos”, subrayó.
Resaltó que, al resucitar Cristo, la Iglesia puede proclamar con convicción que “La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular”. Con la misma convicción lo proclamamos hoy, ya que esa piedra la siguen rechazando muchos, y continúa siendo la piedra angular para construir una humanidad nueva.
En su Primera Carta a los Corintios, san Pablo nos exhorta a tirar fuera la vieja levadura. Es decir que, si ya nos hemos convertido, hemos sido perdonados por la muerte y resurrección de Cristo; ahora es necesario alejarnos de las malas influencias, los ambientes y personas que pueden hacernos regresar al mal camino. “Nos invita a celebrar la Pascua con el pan sin levadura, que es de sinceridad y de verdad, no de apariencia”, afirmó.
Aseveró que aquí se habla sólo de María Magdalena, quien viene al sepulcro para embalsamar el cuerpo de Jesús, y no se menciona a las otras mujeres, porque Juan quiere ver representada a la Iglesia en la persona de esta mujer en particular.
Explicó que al encontrar removida la piedra del sepulcro corre a dar aviso a Pedro, reconociéndole su autoridad, aunque sea ella la del valor por haber venido a buscar el cuerpo del Maestro.
De inmediato, añadió que Pedro y Juan corren al sepulcro, entonces al llegar Juan se detiene para esperar a que Pedro llegue y entre primero al sepulcro.
“No cabe duda que el apóstol Juan es un gran ejemplo para los jóvenes y para todos, en que le demos su lugar a los mayores en edad o en autoridad”, manifestó.
Narró que, al llegar Pedro, constata la resurrección, pues si se tratara de un robo del cuerpo no habría motivo para el orden que encontraron. Además, ellos tenían la promesa de Jesús de que iba a resucitar.
Recordó que el texto indica que: “Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte” (Jn 20, 7).
“Ese sudario puede ser la famosa Sábana Santa que hoy se venera, de la que no hay pruebas suficientes contrarias a que no lo fuera. La sola posibilidad de que lo sea, ya la convierte en un signo maravilloso”, mencionó.
Texto y foto: Darwin Ail