El cineasta conversa sobre su novela “El salvaje”, que le valió el Premio Mazatlán 2017.
El mexicano Guillermo Arriaga es lo más parecido a un hombre del Renacimiento en el siglo XXI, cineasta y literato que vive para contar esas historias fragmentadas que parten de lo real para romper todas las fronteras, porque para él “los límites son antiartísticos”.
“Cuando tu empiezas a limitar a un artista no se autolimita él, sino que vienen los limites de fuera”, comentó Arriaga en entrevista.
El autor de El salvaje ejemplifica su opinión con el trabajo del puertorriqueño José Rivera, que “se limita por una serie de medidas” que él mismo asume como una especie de desafío.
“Pero cuando te empiezan a limitar cuestiones extraartísticas, entonces eso es un peligro (…), yo lo que creo es que un autor que está constreñido por todas estas limitaciones, ¿qué libertad creativa va a tener?”, se pregunta.
Por eso, considera que la obligación de los artistas es siempre la de “mostrar aquello que no se quiere ver”.
Para él, la literatura es convertir su libro “en un espejo” y ponerlo debajo de la mesa, donde “nadie quiere ver que hay chicles pegados ahí”.
“La literatura puede ser muchas cosas, puede ser entretenimiento, alivio, confrontación crítica, molestia, incomodidad, pero no creo que haya un gran autor que no haya incomodado”, dice Arriaga con convicción.
Por eso, sigue la estela de algunos de sus maestros como William Faulkner, Juan Rulfo o Gabriel García Márquez al afirmar que le gusta incomodar: “Por supuesto, no lo hago a propósito, pero si incomoda a alguien, pues mejor. En mi novela hay gente que me pregunta ‘¿por qué presentas cadáveres o matan chinchillas?’, porque así es la vida”.
Arriaga toma agua antes de su siguiente respuesta, es un hombre alejado de la imagen que puede tener una superestrella que ha puesto su nombre en lo alto de Hollywood gracias a los guiones de Amores perros, 21 gramos o Babel y haber firmado The Burning Plain.
Dialoga con quien se le acerca, firma libros y reparte sonrisas sin la arrogancia de otros que han tocado el cielo del cine o de la literatura y se interesa por quien lo entrevista y lo fotografía mucho más allá del protocolo habitual.
Puede que esa cercanía que mantiene desde su obra se deba a la proximidad que tiene con los aficionados y dice que se sorprende de ver a gente “de diversos países” que le han dicho que “se siente identificada con lo que pasa en la novela” El Salvaje pese a que es “muy particular”, muy de su barrio.
“Sin embargo, la gente se sigue identificando y algo que me alegra aún más es que jóvenes de 16 o 17 años me dicen ‘oye El Salvaje parece que está hablando de mí’. Que un tipo de casi 60 años como yo escriba una novela que sucede hace 50 años y le emocione a muchachos me emociona un montón”, agrega Arriaga.
Texto y fotografías: Cortesía