La rabia es una zoonosis (enfermedad transmitida al ser humano por los animales) causada por un virus que afecta a animales domésticos y salvajes, y se propaga a las personas a través del contacto con la saliva infectada a través de mordeduras o arañazos.
La rabia está presente en todos los continentes, excepto en la Antártida, pero más del 95% de las muertes humanas se registran en Asia y África. Una vez que aparecen los síntomas, la enfermedad es casi siempre mortal.
Más del 95% de los casos de rabia en el hombre se deben a mordeduras de perros infectados y, a diferencia de otras enfermedades, disponemos de todas las herramientas necesarias para erradicarla.
Las personas se infectan por la mordedura o el arañazo profundos de un animal infectado. Los perros son los principales huéspedes y transmisores de la rabia. Estos animales son, en todos los casos, la fuente de la infección que causa las muertes por rabia humana que ocurren anualmente en Asia y África.
La propia Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) elabora normas, directrices y recomendaciones basadas en la ciencia, con el fin de garantizar el control de la enfermedad en los animales y prevenir su propagación, con fines de diagnóstico y calidad en la fabricación de vacunas de uso veterinario.
Los veterinarios y servicios veterinarios nacionales de los Países Miembros de la OIE tienen una función capital en la puesta en obra de estas estrategias a escala nacional y regional. Su movilización es imperativa a la hora de coordinar las operaciones con los servicios de salud pública, las autoridades locales y municipales, las fuerzas policiales, y las ONG presentes en los países más pobres.
La rabia es una enfermedad erradicada en la Península Ibérica y para que siga siéndolo es necesario mantener el control de la enfermedad mediante la vacunación en un centro veterinario homologado y autorizado.
La vacunación de los perros es el método ideal, ya que es el único medio que permite una interrupción real del ciclo de transmisión de la enfermedad del animal al hombre.- El Economista