Huyen de Castro, se topan a Trump

NUEVO LAREDO.- Al fondo de un gran salón hay cuatro hombres en sandalias y pantalón arremangado. Con fuerza golpean sobre una pequeña mesa de madera con fichas de dominó. “¡Clac!, ¡clac!, ¡clac!”, se escucha el eco de cada golpe seco… sin risas, sin charla. Silencio.

Estos cuatro hombres vendieron sus casas en La Habana, Cuba, el año pasado y con los ahorros de su vida iniciaron un viaje largo, peligroso y costoso, en busca de llegar a Estados Unidos, pero igual que otros mil 200 cubanos están varados en Nuevo Laredo, Tamaulipas, sin dinero, sin trabajo, apenas con un hilo de esperanza.

En marzo alrededor de 600 cubanos quedaron varados en Nuevo Laredo, donde se concentra el mayor número, aunque las organizaciones civiles calculan que son mil 200. En la mesa juegan Yordany Borroto, Licenciado en Cultura Física y Deporte; Roger Garbey, tabaquero; Alexey Abreu, cantinero, los tres de piel oscura, y Rudy Riverón, maestro en Historia, con gorra de beisbol.

Se distraen para no enloquecer, para no llorar, para no renunciar, dicen. Explican que casi todos los días salen de la Casa del Migrante a buscar trabajo a las calles de Nuevo Laredo, pero los contratan por unos pesos en la construcción, para cargar bultos, para limpiar pisos. Lo que ganan apenas alcanza para un par de refrescos o para un poco de comida. Salen bajo el riesgo de ser secuestrados por integrantes del cártel de Los Zetas.

Cada uno de estos hombres, que se saben hijos de la Revolución de Fidel, pero que sostienen que en la isla hay una dictadura, tienen su historia. Tres de ellos salieron de Cuba después de las fiestas de fin de año, las últimas que creyeron pasarían con sus familias en la isla. Decidieron viajar con 10 mil dólares en la bolsa cada uno, que perderían en coyotes, polleros, estafas y sobornos para llegar a esta frontera.

Se conocieron en la Casa del Migrante “Nazaret”. Se sienten seguros. Han estado aquí 60 días, desde que llegaron a México, cada uno ha gastado cerca de 8 mil dólares en su trayecto por 11 países. “Lo último que perderemos será la fe, no renunciaremos”, dice Rudy.

Está casado con Mayte Silva, licenciada en Artes y Letras Hispanas, quien se levantó muy temprano, antes de amanecer, para lavar a mano su ropa, con un puño de jabón en polvo. Mientras que su mujer se afana en los lavaderos que están fuera del salón, él narra su camino.

Dice que tardaron un mes en llegar a Nuevo Laredo. Salieron de La Habana en un vuelo legal a Guyana, de ahí 16 horas de lancha a Venezuela, con un motor de 75 caballos enfrentaron durante horas olas de hasta cinco metros de altura. Al llegar a la República Bolivariana transitaron en autobús y luego en lancha por el Orinoco, hasta la frontera con Colombia.

Para hacer el viaje con Mayte vendió su casa en 22 mil dólares. “Tenía miedo, ya había salido cuatro veces de Cuba y las cuatro caí preso, no está permitido salir ilegalmente de Cuba, pero tomé un vuelo con pasaporte a Guyana, que tiene libre visado”.

En la selva colombiana usaron coyotes, mulas, luego de nuevo enfrentaron un mar embravecido, de nuevo siete días en la selva, cruzaron Panamá, sin problemas, hasta llegar a Costa Rica, donde se les negó el paso, tuvieron que cruzar clandestinamente por ríos, mar y la selva.

La parte más difícil, narran Mayte y Rudy, fue cruzar Nicaragua. Un coyote los subió a una lancha, bordearon la costa para evitar a las pandillas y a los policías, pero los dejaron a medio país. Estuvieron perdidos tres días. Encontraron a un grupo de cubanos que salieron un día antes, tres mujeres y cuatro hombres, los habían asaltado y a ellas las violaron frente a sus maridos.

Llegaron a Honduras y luego a Guatemala, de ahí un autobús hasta Tapachula, Chiapas, y tras recibir un salvoconducto del gobierno mexicano llegar a esta frontera, donde sabían que era la más ágil para hacer uso de la política Pies Secos, Pies Mojados, pero el 12 de enero el entonces presidente de EU, Barack Obama, la echó abajo. Se rompieron sus sueños. Mayte dice: “Yo siempre estaré a su lado, no renunciaremos”.

“Queremos llegar a Estados Unidos, estamos esperando que se pronuncie alguien de allá: el presidente Trump, el Senado o la Cámara de Representantes, la esperanza es lo último que se pierde, mientras regularizamos algo con México para no estar de ilegales”, detalla Rudy.

Yordany advierte que hubo cubanos que estaban en la frontera esperando cumplir con el trámite para ingresar a Estados Unidos cuando Obama echó abajo esta política de aceptación de personas que salieran de Cuba para ingresar a la Unión Americana, pero solo aceptaban a 50 por día… él no tuvo suerte.

“Queremos que EU tome conciencia y nos dejen entrar, porque nosotros salimos de un régimen, de una dictadura, para ir a Estados Unidos en busca de un futuro para nuestras familias”, comenta a su vez Roger, el tabaquero.

Rudy se sincera: “Yo pienso que todo país tiene derecho a cuidar sus fronteras y la integridad de sus ciudadanos, sacar a quienes hagan daño, pero también debe tomar en cuenta que hay personas como nosotros, que vivimos en una dictadura y que huimos de ella”.

Luego desliza sus planes: “Vamos a esperar, y si no que sea en México la nueva vida, pero vamos a hacer lo imposible por llegar a Estados Unidos, hasta ahora hemos actuado de forma pacífica, nadie ha cruzado el río, estamos esperando que ellos se pronuncien”. El cantinero Alexey narra: “Salí de Cuba el 16 de diciembre, he gastado más de 6 mil dólares; hay quienes han sido estafados y han gastado más. El 12 de enero Obama nos tiró la ley y nos quedamos desamparados.

El Universal

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