La diferencia del 1%

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

Con el devenir de las grandes revoluciones. Y no me refiero a esas que, a lo largo de su historia, cada país ha tenido para mantener su hegemonía social, política y económica. Sino a las revoluciones mundiales que el mismo género humano ha hecho posible a través de su ingenio y su inteligencia para hacer de este mundo lo que hasta hoy conocemos de él.

Entre esas grandes revoluciones está la Revolución Industrial que cambió la dinámica del mundo, la estructura misma de las ciudades, la economía y la movilidad; la aparición de los grandes barcos de vapor, los trenes, el automóvil, la televisión y el teléfono que se inventaron más tarde, fueron grandes avances significativos para la humanidad.

La Revolución Científica que continuaba el Humanismo del Renacimiento y el Racionalismo de René Descartes que derivó en el Empirismo de la ciencia hasta la aparición de la “Evolución de las Especies” de Charles Darwin (s. XIX), más el descubrimiento y creación de vacunas y medicamentos que erradicaron enfermedades de las que hoy ya casi no hablamos; significó sin duda un gran salto para la ciencia.

La Revolución Tecnológica que con la aparición de las computadoras a partir de Alan Turing (filósofo y padre de la ciencia de la computación y la informática moderna), las tabletas, las tv inteligentes y los teléfonos celulares que han hecho hincapié en todos nuestros hábitos de consumo y nuestra forma de vivir; han sido propios de una época que marca también un antes y un después en nuestras vidas. Un aquí y ahora que estamos todavía entendiendo en el proceso y devenir mismo de su desarrollo. Una época donde el futuro parece haber alcanzado al presente con los recursos, la tecnología y las innovaciones de la nueva física cuántica.

La “Teoría del Todo” es algo que sin embargo todavía es un asunto pendiente de la física teórica. Pero lo que sí podemos dar por hecho es el gran avance de la última de nuestras grandes revoluciones: el de la Ciencia Biomolecular; la nueva tendencia de la Ingeniería Genética y los actuales descubrimientos de última generación sobre el genoma humano.

La genética es algo que sin duda vuelve a revolucionar el comportamiento del mundo, sus expectativas y sus pronósticos en sus especulaciones sobre la vida. Saber que hoy podemos intervenir los segmentos anómalos de nuestros genes para erradicar defectos y enfermedades heredadas; es sin duda uno de los últimos grandes hallazgos de la humanidad.

Pero también saber, y hoy por efecto de la globalización que comienza a involucrarnos no importando país, raza ni idioma, que somos más parecidos de lo que creíamos todavía a mediados del siglo XX cuando aún hablábamos de las diferencias entre europeos, árabes, americanos y asiáticos; que somos genéticamente iguales en más del 99%. Que reaccionamos, sentimos y pensamos igual (como humanos y no como ingleses, chinos, indios, mexicanos, alemanes o italianos…) porque ontogenéticamente todos somos iguales, es decir que poseemos la misma raíz genética.

Nuestras únicas diferencias en todo sentido, son de menos del 1%; diferencia obviamente no sustancial cuando se trata de aplicar la ciencia a un cuerpo o un organismo, ni tampoco en aquello que tiene que ver con la sustancia de nuestra identidad humana. 

Así que cuando hoy hablemos de diferencias, éstas tendrían que referirse a intereses y situaciones políticas, económicas y sociales, de posesión de territorios y linajes. Pero no de aquello que para la genética nos da una misma identidad.

En una relectura de último momento veo que Dios (Génesis, Libro Primero) creó al Ser sin diferencias; “varón y mujer los creó -dice la Escritura: Génesis 5-2) y los llamó hombre”. En el sentido más puro del lenguaje y nuestra divinidad; todos somos “hombre” para Dios.