CARLOS HORNELAS
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Desde la década de los noventa venimos escuchando: “tú eres lo que comes”, un adagio que nos alerta acerca de la propia responsabilidad de las consecuencias de nuestra dieta cotidiana. Las enfermedades crónicas que desarrollamos durante el envejecimiento pueden rastrearse a través de nuestros malos hábitos alimenticios y la pobre selección de comida basura que ingerimos de vez en cuando.
Con la llegada del nuevo milenio, los profesores y analistas de medios de comunicación también alertaron: “tú eres lo que lees”, para señalar una vez más nuestra propia responsabilidad en las elecciones y hábitos de consumo de los nuevos medios de comunicación como los blogs y las redes sociales virtuales. No todos dicen la verdad, no todos son objetivos, no todos reconocen sus conflictos de interés.
Cada uno tiene una especie de “dieta cotidiana” en lo que a la comunicación se refiere. Hay quienes apenas se levantan miran la pantalla del teléfono celular antes de poner un pie fuera de la cama. Quienes lo primero que hacen es encender la televisión o en última instancia los que prenden el radio y extienden las hojas del periódico. Es una cuestión generacional. La dieta de los medios, la lectura, los contenidos que consumimos, forman nuestra representación del mundo, estructuran nuestras valoraciones sobre lo que es bueno – malo; bello – horrible; justo – injusto; posible- probable; entre otras muchas más y con esos filtros entendemos y actuamos en el mundo.
Quien sabe seleccionar con cuidado su alimentación, tenderá a ser más saludable que el resto. Quien elija con cuidado sus fuentes informativas y sea más selectivo con ello, tenderá una higiene mental superior a quienes consumen contenido banal en los medios.
Con las redes sociales virtuales llegó el concepto “Brain rot”, que literalmente significa “podredumbre cerebral” y se aplica al consumo de contenido insustancial como cuestiones sensacionalistas, videos cortos intrascendentes, pornografía, teorías conspirativas, y en general entretenimiento superficial e insignificante.
Un estudio realizado por unos investigadores de la universidad de Texas A&M y la universidad Purdue se plantea como hipótesis si los Modelos Largos de Lenguaje (LLM), también conocidos como inteligencia artificial generativa, como ChatGPT, Gemini u otros más, podrían desarrollar un deterioro progresivo en su capacidad de procesamiento si son expuestos a información y datos de baja calidad.
Los resultados señalan descensos significativos progresivos en la llamada comprensión de textos largos, menos argumentos, menor comprensión del contexto la exageración de rasgos oscuros y más frases que explotan cuestiones emocionales, lo que los vuelve, al paso del tiempo, menos inteligentes y eficaces, más impredecibles en sus respuestas y moralmente cuestionables ante dilemas expuestos. En otras palabras, la IA se puede volver estúpida si sigue alimentándose de contenido bazofia. Si esto le sucede a una IA, ¿acaso no es un espejo alarmante de lo que ya podría estarnos sucediendo a nosotros, atrapados en dietas digitales de contenido superficial y generado por algoritmos?
En un inicio, la IA se alimentaba de información en internet, que era producida por humanos, pero al hacerse de uso común, cada vez más personas generan y suben contenido basura de vuelta a la red, porque es lo que más se consume. Así que, como una especie de serpiente que se muerde la cola, la IA que procesa esta información, es decir que se entrena con contenidos generados por IA, podría generar su propio colapso cognitivo. Al paso del tiempo daría respuestas más sesgadas, imprecisas y erróneas.




