La Injusta Justicia (3)

triay  Manuel Triay Peniche

Tú matas, yo pago

Elementary”, “Sherlock”, “La ley y el orden”, “Castle”, “CSI” en sus versiones Miami, Las Vegas y Nueva York son mis series policiacas favoritas y todas tienen un escenario común donde se desarrollan los juicios orales, muy parecidos por cierto a la Sala 7 del Centro de Justicia Oral de Mérida, incluido el ujier que pide que nos pongamos de pie para el ingreso de “su señoría”.

A diferencia de la tele, en la Sala 7 hay tres jueces de larga toga negra y nuestros fiscales visten trajes, también de color negro. Allá, se advierte cuando los casos son ficticios; aquí no. Allá, todo gira en torno al móvil del crimen que plantea la acusación; aquí no. Dicen los que saben que ya no es necesario.

Sherlock, Castle y los demás detectives buscan primero el móvil, averiguan el porqué y quién se beneficia con el asesinato, y de ahí van armando la cadena de hechos hasta sentar ante “su señoría” al presunto culpable, unas veces beneficiario directo y otras movido por el dinero. El asesino, no el juez.

El día 15 pasado Pablo Santos García Gutiérrez fue declarado culpable y sentenciado a 35 años de prisión por el asesinato del doctor Felipe Triay Peniche, pero en ninguna de las 184 hojas tamaño oficio que incluyen su sentencia se menciona el móvil.

¿Qué orilló al psiquiatra asesino a darle muerte a su colega? El doctor Triay Peniche fue adormecido con fuerte dosis de Haloperidol, golpeado en la cabeza y el rostro, desangrado con una perforación cardiaca y varios cortes corporales, desmembrado y abandonado en cajas de cartón. Una bestialidad incompresible, más cuando su autor recibió del Estado autorización para curar la mente.

Asumiendo que el nuevo Sistema de Justicia Oral Acusatorio no requiera de un móvil para aplicar la ley, consideramos que para hacer justicia los jueces sí debieron conocer y valorar testimonios que señalan un porqué de tan horrendo homicidio, sobre todo cuando fueron advertidos durante el juicio en la comparecencia del psiquiatra Francisco Patiño Uribe, quien relató lo siguiente:

–Entre los psiquiatras era conocida la relación de amistad entre Triay y (Enrique) Lara (y) que, gracias a ésta, el segundo podía participar en contratos de Pemex y en los protocolos médicos que desarrollaba el asesinado–.

–En febrero de 2014 Lara me invitó a participar en un protocolo médico, pero como sabía que el único autorizado y con capacidad para elaborarlo era el doctor Triay no acepté. En junio siguiente, Enrique me invitó de nuevo a que participara con él en un protocolo, ya que el doctor Triay no lo haría, y me comentó que si no habría mucho dinero, sí viajes de investigación a través del mundo, lo cual me hizo pensar que a falta de Triay, Lara podría haberse quedado con el desarrollo de los protocolos médicos–.

Esa versión se complementa con las declaraciones que Pablo Santos hizo ante el Ministerio Público a las 18:30 horas del 24 de agosto de 2014 y en presencia del abogado Luis Andrés Valladares Febles, donde declaró que conoció al doctor Triay porque fue uno de sus maestros y sinodales en la especialidad, y a Enrique Lara, quien se desempeñaba como subdirector de Psiquiatría del Hospital de Alta Especialidad.

Manifestó estar enterado de que Felipe y Enrique atendían juntos a personal de Pemex y que realizaban “protocolos de investigación que dejaban mucho dinero, pero a quien le tocaba la mayor parte era al doctor Felipe, lo cual enojaba a Lara”.

Pablo Santos relató su amistad con Enrique y dijo que juntos bebían y frecuentaban centros nocturnos hasta altas horas de la noche e incluso le había dado una llave de su departamento para sus encuentros sexuales, y que en varias ocasiones Lara se quejó porque Felipe le estorbaba en varios de sus negocios y aspiraciones y que no buscaba cómo quitárselo de encima.

Un día de septiembre de ese 2014 Enrique le propuso matar al doctor Triay, le ofreció hacerlo su socio y que le pagaría $150,000 pesos, de los que le anticiparía $60,000, mismos que entregó el 5 de octubre, cuando acordaron el plan. Así, el día 15 cumplieron lo acordado luego que Lara sedó a la víctima con Haloperidol, que es un antipsicótico, y después él, con un cuchillo, hizo su parte.

Así declaró Pablo Santos ante el Ministerio Público, pero los solones del patio –apartándose del guión policiaco que al parecer dio vida al nuevo Sistema de Justicia– no tomaron en cuenta esto que, si legalmente no tenían por qué considerar, debió ser muy valioso para aplicar justicia, pues sin atender esas declaraciones no hay una razón por el crimen tan fuera de lógica que fue juzgado.

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