La metasustentabilidad

Salvador Castell-González 

En mi columna anterior mencioné la satisfacción que sentimos al hacer el bien, como plantar un árbol. Sin embargo, esa gratificación suele desviar nuestra atención de la pregunta esencial: ¿tuvo realmente impacto nuestra acción?

Esa pregunta, a menudo sin respuesta, nos deja suspendidos en un acto de fe. Fe en que la donación llegará, en que el producto es genuinamente sostenible, en que las promesas se cumplirán. Pero la fe se erosiona cuando choca con una nebulosa de intermediarios y cadenas de suministro opacas, un laberinto que los organismos internacionales describen con el eufemismo devastador de la “dilución del recurso”. Es la dolorosa evaporación de nuestro impacto, el agujero negro administrativo que se traga no solo el dinero, sino nuestra confianza.

Es la falla sistémica que convierte una gobernanza de impacto en un espejismo. Anhelamos un modelo planetario ecocéntrico, pero intentamos construirlo sobre cimientos de opacidad.

Aquí es donde debemos ir más allá. Necesitamos una metasustentabilidad.

“Meta” significa “más allá”, y en este contexto, significa ir más allá de la fe para llegar a la certeza. La propuesta es utilizar la tecnología de cadena de bloques (blockchain) como el sistema nervioso de la sustentabilidad. Olviden su asociación con las criptomonedas y piensen en su esencia: un libro de contabilidad digital, incorruptible y público. Un notario digital que no puede ser sobornado ni manipulado.

La metasustentabilidad propone tejer esta red de trazabilidad total en cada proceso, y aquí es donde conectamos directamente con nuestro árbol. Imaginen un mundo donde el “brillo cálido” de la siembra no termina con la foto. Imaginen escanear un código y no solo ver una promesa, sino la vida de ese árbol: su ubicación GPS en tiempo real, su tasa de crecimiento monitoreada por sensores, la cantidad de carbono que ha fijado hasta hoy, incluso en tiempo real.

Esto es el fin del greenwashing tal y como lo conocemos. La sustentabilidad deja de ser un eslogan de marketing para convertirse en un flujo de datos verificables. Se acabaron las afirmaciones vagas de “somos carbono neutral” o “apoyamos la reforestación”. Con la metasustentabilidad, la pregunta se convierte en: “Muéstrame el registro inmutable. Muéstrame el árbol”.

Este es el salto cuántico. La metasustentabilidad traslada el poder desde los intermediarios opacos hacia la evidencia transparente. Ya no se trata de creerle a una marca; se trata de poder verificarlo. Es un concepto radicalmente centrado en las personas y el planeta, que garantiza el bienestar no con promesas, sino con una trazabilidad de 360 grados.

El mayor obstáculo para un futuro sostenible no es la falta de buenas intenciones, sino la falta de confianza. La metasustentabilidad nos ofrece la oportunidad de reconstruir esa confianza sobre una base de certeza criptográfica, transformando nuestra esperanza en un impacto que podamos ver, medir y, finalmente, ver acciones de verdadero impacto.