Son escasos los muebles en su casa. El espacio para sillones y mesas está ocupado por grandes cuadros de madera. En sus closets no guarda abrigos, sino pinturas, una encima de otra; cada una foliada y fechada. Su patio trasero hace de taller.
Un laboratorio de experimentación creativa con la materia prima de la oscuridad total. El vacío contenido en el todo: el negro. Ese que nace del carbón o el polvo negro de humo. Y en medio de los rayos de luz natural, la oscuridad del color envuelve a la pintora Beatriz Zamora.
Mirarla frente a más de centenas de pinturas en diferentes formatos, escucharla hablar sobre la materia oscura del universo, repasar con ella la exploración del color para llegar al punto cero del conocimiento es una suerte de viaje en busca del infinito.
El poder total contenido en la oscuridad. Esa búsqueda del todo en la nada. Una tarea que la artista ha realizado durante 40 años, desde su primera exploración con el color tierra que expuso en el Palacio de Bellas Artes en 1977.
Búsqueda que la ha mantenido alejada de la escena pública y ahora le preocupa el futuro de su acervo. Obra que debería conservarse en una bodega bajo condiciones mínimas de medio ambiente, y, en el mejor de los casos, exhibirse con frecuencia.
Pero, en entrevista, Zamora dice que no ha logrado ningún apoyo institucional para el manejo de sus pinturas. Le preocupa el futuro de sus cerca de dos mil cuadros.
Tuve que sacar mis cuadros de unas bodegas en Iztapalapa, porque estaban en medio de basura y charcos de agua. La verdad es muy difícil exponer. No sé qué va a pasar con mi obra”, refiere la artista, la única en América en investigar las posibilidades expresivas del negro; en Europa, su homólogo es el francés Pierre Soulages.
“No estoy pidiendo gran cosa, sólo un espacio digno para conservar mis pinturas, que son mi vida”, insiste.- Agencias