Por Miguel II Hernández
Yucatán, según los discursos oficiales, es ajeno a la psicosis desatada en todo el territorio nacional provocada por la violencia e inseguridad, que en su momento ha llevado a todos a clamar por acciones más enérgicas, pero que poco o nada ha podido lograr mientras la cifra de muertos aumenta por miles y miles.
La inseguridad del país no es algo que nació de la noche a la mañana, tampoco es producto exclusivo de los cinturones de pobreza y de la desesperación de tantos mexicanos. No podemos pensar en acciones bien estructuradas por alguien que a duras penas entienda de cosas como logística y como operar en el combate a la delincuencia, frente a quienes se arriesgan a todo, por obtener grandes ganancias, sin importarles absolutamente nada más.
Esa es una combinación peligrosa y lamentablemente en Yucatán nos hemos acostumbrado al “aquí no pasa nada” e incluso estamos cayendo en el fenómeno de percepción selectiva, donde se desecha lo que no queremos escuchar, evadiéndonos de la realidad.
Con decir que aquí no pasa nada, en realidad tampoco solucionamos nada. Es un problema de descomposición social, de falta de oportunidades, de desempleo, es la suma de diversos factores motivados por la miseria y la desesperación.
Desde el próximo 1 de septiembre habrá nuevas autoridades municipales en el estado, con un nuevo Congreso local y la República tendrá nuevos diputados federales. ¿Qué tiene que ver esto con la violencia? Bueno, a los primeros les toca administrar recursos y aplicar políticas públicas (no programas asistenciales) y a los segundos les compete legislar y gestionar.
Cada quien en su esfera debe hacer lo que le compete, en vez de estar pensando en banderas políticas, porque implica que los próximos tres años los dedicará al culto a su imagen, importándole poco o nada, la situación de sus representados.
Pero retomando Yucatán, si bien no hay conflictos entre cárteles, como se está dando en lugares aledaños, sí tenemos problemas de descomposición social, con crímenes que deben alertarnos, en vez de simplemente dirigir la mirada hacia otros lados.
Decir “aquí no pasa nada” y presumir de ser “el estado más seguro del país”, cuando hay violaciones, asesinados, robos desatados, es negarse a ver la realidad. Para que un problema deba ser resuelto debe ser reconocido y dimensionado, de otro modo seguirá existiendo. Con sonrisas posadas y discursos bonitos nada se resuelve, la sociedad requiere acciones y que sus autoridades sepan responder a la altura de las circunstancias, en este punto es necesario preguntarle a las autoridades que están por iniciar: ¿están a la altura de las demandas sociales?
Ojalá su respuesta sea de acciones y no de discursos con palabras vacías…