Las posadas, tradición que ha cambiado, pero que prevalece

Sucedió que por aquellos días salió un edicto del emperador romano César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria, Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.

Acudió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.
Mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento (Lucas 2,1-7).

Este pasaje bíblico es el que inspiró una tradición mexicana, hoy “exportada” a Sudamérica, la posada, y que data de 1587, cuando el religioso agustino fray Diego de San Soria, priori del convento de San Agustín Acolman, en lo que ahora es el Estado de México, solicitó una “bula” o permiso al Papa Sixto V para poder celebrar anualmente, en ese convento y otros del virreinato, ese suceso, entre los días 16 y 24 de diciembre.

Nuestro calendario marca un plazo de nueve días para la realización de la posada. Entre el primero y el 15 de diciembre tiene lugar la ramada, y a partir del 16 la posada, hasta el día 24, que es Nochebuena, lo que marca el nacimiento de Cristo.

La Posada

En sí se trata de la recreación de una pena. La penuria que alcanzó a José y María recorriendo kilómetros a pie, apoyados en un burro, para llevar en él a María, que estaba embarazada. Penuria, porque luego de empadronarse, José pretendía retornar a Galilea.

Fueron poco más de 115 kilómetros a pie; algo así como cuatro a seis días de viaje a través de tierras montañosas y caminos no sencillos. Hoy ya existe una carretera que conduce estos dos puntos en el medio oriente.

La penuria, en la literatura clásica, como se acostumbraba, narraba la escasez e historias de forma poética y amena. Lo que llevó a generar una narrativa en torno a la posada, que conocemos con melodías y cantos, dirigidas a pastorcitos, y a unos José y María retratados de forma agradable, que simplemente borran por completo de la imaginación esa travesía.

-No dio a luz en un lindo pesebre, en una mágica noche, como suelen narrarlo la mayoría de los alegres historiadores. No. Un pesebre es un lugar para animales, sucio, hediondo por naturaleza -escribió Giovanni Papini, en su libro “Historia de Cristo”.

“En el nombre del cielo, os pido posada” es la letra del cántico que en esa narrativa amena relata el suplicio de pedir posada a altas horas de una fría noche, ante la negativa de ser recibidos por ser extraños, hasta que alguien se apiadó, pero no para recibirlos en el calor de un casa, sino en un frío pesebre.

“Entre santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón. Aunque es pobre la morada, la morada, se las doy de corazón”, es el verso que compone el momento culminante, cuando al fin José y María logran que les reciban.

Posada, sinónimo de fiesta

El término “posada” suele ponerse en boca de todos al finalizar el año, mismo que es ya indiscutiblemente un sinónimo de “fiesta”. Hoy en la fórmula mental prevalece la idea o concepto de suéteres, bufandas, ponche, piñatas y frío, como la fiesta decembrina que por excelencia se denomina posada.

Para el antropólogo Aarón Duarte Medina, la ciudad de Mérida ha evolucionado gradualmente desde su tiempo colonial, y con fuerte presencia de tradiciones y costumbres, a un mercantilismo o una tendencia mayormente material en estos días.

Si bien, en nombre, muchas tradiciones prevalecen, no así su fondo o función. Lo que también abona a que puedan ser fácilmente remplazadas por otro tipo de tendencias.

-Si hablamos del tema específico de las posadas, en el caso de Mérida lo que ha sucedido es algo similar a otras ciudades con la presencia de medios informativos, sin importar cual sea, que realizan un constante “bombardeo” de la importancia del regalo, de la diversión, de la fiesta; entonces esto es lo que se convierte en el privilegio o sentido del festejo -dijo Duarte Medina.

Explicó que en muchas ocasiones las tradiciones se efectúan por inercia, por lo que terminan debilitándose como práctica de razón y conlleva a factores que son claros a toda luz: con estas fechas de fin de año se abarrotan los centros comerciales.

-Si tomamos por referencia en este caso el catolicismo, independientemente de la religión que se profese, es decir, sería lo mismo si aplicamos ese análisis en otros temas, pero en el caso del catolicismo específicamente, que es la base de la posada, entonces tenemos que está fallando la transferencia del conocimiento cultural e histórico entre las generaciones. Por eso escuchamos comúnmente decir a personas “yo soy católico a mi manera”, y eso no es otra cosa que algo muy claro, la falta de transferencia de conocimientos y motivos de fondo en el ser o no ser de esta u otra religión -manifestó el entrevistado.

Enfatizó que no es una generalidad, o totalidad, pero sí una mayoría la que observa esta tradición como una simple fiesta, que hoy se aplica en universidades, reuniones familiares, fiestas de trabajo, entre otros sitios.

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