Mario Barghomz
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¿Qué es el cerebro? Lo que hay en la cabeza.
¿Por qué los perros no ven lo mismo que nosotros, por qué aunque tengan una mayor capacidad olfativa, su olfato no es tan inteligente como el nuestro? ¿Por qué el cerebro de los elefantes y las ballenas, aunque sean más grandes, no son mejor que el nuestro? ¿Por qué mirar no está en los ojos sino en el cerebro, en el lóbulo occipital de nuestra corteza? ¿Por qué cada uno de nuestros sentidos: oler, tocar, oír, gustar, mirar; dependen de manera directa de nuestro cerebro?
El amor mismo, el afecto, el placer, el gozo y el deseo que son parte de nuestras necesidades humanas; dependen todas del cerebro. El humor y nuestros sentimientos, la tristeza o la melancolía, dependen también asimismo de nuestro sistema nervioso.
Si hacemos o no una cosa, si dormimos bien o mal por la noche, si comemos más de lo conveniente o definitivamente no lo hacemos; depende de cómo funcione nuestra mente. La depresión, la neurosis y la esquizofrenia son enfermedades que más allá del aspecto físico donde se medican; devienen de problemas con la mente.
¿Y cómo entender la mente? ¿Cómo entenderla para entender y atender mejor a nuestro cuerpo, el bienestar de nuestra vida?
Desafortunadamente la Neurociencia no ha evolucionado lo suficiente como para entender el valor total de nuestro sistema nervioso, tanto del Central como del Periférico. Lo poco que sabemos naturalmente nos ayuda, pero es más lo que ignoramos. Se trata de la otra punta del conocimiento sobre nuestra propia persona, de aquello, como digo, donde aún no sabemos lo suficiente. Tanto la ciencia médica como la psiquiatría se encargan de lo que pueden cuando se trata de los asuntos de nuestra mente. Pero no hay nada específico más allá de la especulación que pueda garantizarnos un ejercicio más epistémico sobre nuestra mente.
Mucho de lo que sabemos del cerebro humano y cómo funciona nuestra mente, lo sabemos por experimentos e investigación con las ratas, pero no con cerebros humanos vivos que puedan enseñarnos más al respecto. Hay un par de casos ya clásicos que se mencionan en Neurociencia y que son la evidencia de cómo es que funciona. El caso de Phineas Gage (1823-1860), capataz ferroviario que sufriera en 1958 un accidente con una barra de metal que le atravesó el cráneo desde la mandíbula hasta la parte del lóbulo frontal. La barra atravesó literalmente su cabeza. Seis meses después y luego de una extraordinaria cirugía que lo mantuvo vivo; Gage comenzó a tener cambios de comportamiento que alteraron su personalidad. Siendo un hombre atento, amable y siempre responsable, se volvió una persona irascible, iracunda y poco fiable.
Desde entonces y dado el caso de Gage; la Neurociencia consideró que los lóbulos frontales son los encargados de la parte del comportamiento y nuestras emociones, la personalidad y nuestras decisiones humanas.
El otro caso es el de Henry Mulaison, simplemente conocido como HM para su estudio por su caso particular sobre la memoria. En 1933 HM se golpeó la cabeza en un accidente de bicicleta que le ocasionó una epilepsia que lo hacía perder el conocimiento y le daban convulsiones. Los ataques eran tan seguidos y agotadores que HM dejó de tener una vida normal. Su familia consintió entonces que un importante neurólogo de la época le extirpara el lóbulo temporal. Su epilepsia mejoró notablemente, pero HM perdió la capacidad de tener recuerdos, es decir que se quedó sin la facultad de tener memoria viviendo desde entonces en un eterno presente. HM era incapaz de recordar algo o a alguien si lo veía por segunda vez, bien fuera en el corto o mediano plazo. HM nos hubiera podido saludar 20 o treinta veces un mismo día como si fuera la primera vez. Esto mismo permitió que por más de cincuenta años HM fuera estudiado por la ciencia mientras estuvo vivo.
¿Pero cuántos Phineas Gage tendrían qué morir para entender el resto de las funciones de nuestra mente? ¿A cuántos HM se les tendría que extirpar en vida cada uno de los componentes del cerebro para entender su funcionamiento?
