Los primeros días

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

Abrir la puerta…avanzar. Los primeros pasos deben ser firmes siempre, sin titubeos ni temor. Quien duda tiene miedo, y el miedo siempre será una debilidad. Actuar con firmeza es actuar con temple, con decisión y serenidad; así y no de otra manera debemos comenzar estos primeros días.

Escribía yo en algún poema que no basta levantarse cada mañana con el pie derecho (así dice el dicho popular), tampoco será prudente usar el izquierdo. Para pararse firme hay que usar los dos.

Firmeza y decisión son dos buenas palabras que podrían habitarnos este 2023, y nosotros habitarlas a ellas. El lenguaje es decisivo en nuestras acciones. No tener un lenguaje propio es no tener una identidad. Y quien dice bien regularmente obra bien. “Quien habla mal, mal le va”.

Las palabras son poderosas cuando las aprendemos a usar correctamente. ¡Voy a hacerlo…lo haré bien!; son palabras que nos definen y nos fortalecen. No sé si hacerlo…quizá no lo logre; son palabras que nos debilitan y nos quitan toda posibilidad.

¡Estaré bien!; es una manera positiva de seguir adelante. ¡Yo no sirvo para estas cosas!; definitivamente es una manera personal de descalificarse. Las palabras nos protegen, nos alimentan, y a veces son nuestro mejor recurso. ¡Perdóname!; es una palabra que dicha a tiempo y con sinceridad, redimirá nuestras acciones equivocadas. Poder hablar no sólo es significativo, sino una virtud de nuestra naturaleza humana. Hacerlo bien; una habilidad y una acción inteligente. De lo contrario, hacerlo mal como cuando alguien dice ¡te odio!; puede ser el principio del fin en un cuerpo que, si antes estaba sano, comenzará a enfermarse.

Los primeros días deben ser siempre de orientación. Debemos comenzar no sin prudencia cuidando que nuestra salida (como en una carrera de maratón) sea con la suficiente inteligencia de entender que en el arranque debemos ahorrar velocidad y energía para cuando sean más necesarias (quizá por ahí en agosto o septiembre).

Y si de competir hablamos, la mejor de las lides será siempre contra nosotros mismos, contra nuestra dudas y debilidades, contra la enfermedad y nuestros malos hábitos, contra la posible soberbia o arrogancia, o la misma falta de sensibilidad para entendernos a nosotros mismos.

Quizá en este 2023, en estos primeros días; haya muchas cosas que corregir de nuestra persona. ¿Por qué no comenzar?

No hace mucho leí un libro de Joe Dispensa (“Deja de ser tú”) en donde hace una especie de tratado científico sobre lo que hacemos o pensamos a veces de manera equivocada. Sobre cómo la mente nos engaña o la usamos sin entender a ciencia cierta cómo funciona, por qué es que actuamos regularmente sin conocimiento y sin consciencia. Quizá sea momento de enseñarnos a usar mejor nuestro cerebro, nuestra mente. Y asimismo; sanar y fortalecer nuestro cuerpo.   

“La mente -escribió John Milton- es como nuestro hogar, y éste puede ser el paraíso o el infierno”. Y así como disponemos de todo lo posible para que un hogar sea cómodo y funcional; así debemos procurar que nuestra mente responda a nuestros deseos y necesidades.

Tener emociones y sentimientos es natural (¡claro que sí!). Pero no tener control sobre ello siempre derivará en una patología psicosomática o en una enfermedad orgánica que si bien puede ser sólo eventual, también podría ser crónica, recurrente o mortal. Esto hoy nos queda cada vez más claro con los hallazgos de última generación de la Neurociencia.

Sabemos que estos primeros días serán apenas la primera parte de planes y proyectos que todos sin duda tenemos. Subyacentes, además, de un plan personal permanente de satisfacción, gozo y bienestar. 

Empecemos por estar sanos, quizá con una mejor manera de hablar y de dirigirnos a nosotros mismos, definir qué nos gusta y quiénes somos, sin trampas, sin falsos halagos, sin caer en los mismos malos hábitos de siempre, sin juzgar ni culpar a los demás de nuestros errores. Y comencemos de nuevo, repasemos, desaprendamos y aprendamos una nueva manera, propia y fresca, de estar bien y disfrutar (¡pero realmente!) de la vida.