Claroscuro
Francisco López Vargas
Matices o simulaciones
En el México moderno, los matices siguen acentuando que la transición política ha sido una farsa.
La esperanza ciudadana de una democratización real no sólo pasa por esa dictadura que se ha extendido a los partidos en una pelea electoral que no termina por beneficiar a la sociedad, mientras esa misma sociedad apática o harta decide que no participa porque siente que su voto y su actividad política y cívica no contribuye a un cambio.
El problema, más complejo que sólo las elecciones, tiene que ver también con la urgencia de resultados que no pueden lograrse de un sexenio a otro y a la ignorancia y falta de educación que lleva a pensar que lo mejor es lo malo, como el caso del Chapo y sus apologistas.
El México moderno, así siga siendo muy parecido al de antes, se rige por el egoísmo de unos, el conformismo de otros y la enorme crisis de partidos que sólo buscan el bien de ellos mismos mientras siguen privilegiando a sus élites, esas que viven del erario e intercambian favores y hasta negocian posiciones políticas de todos niveles.

Ese es el precio que hoy pagamos y del que somos corresponsables, en nuestra justa medida, todos y cada uno de nosotros.

Vargas Llosa decía que somos una dictadura que no sólo no fue militar sino que involucró a todos al hacerlos cómplices. Dictadura perfecta, la llamó y no sólo tenía razón sino que al tenerla pareciera habernos condenado a aceptarla y a seguirla repitiendo porque quienes se suponen deben ser los opositores ahora, en muchos casos, sólo se ponen de acuerdo para quitarse unos y ponerse otros a cambio de pactos inconfesables.
Nos falta mucho para lograr una democracia plena y más para una alternancia que beneficie a todos los ciudadanos, pero sobre todo, que le de soluciones a problemas que parecieran agigantarse conforme pasa el tiempo.
En el México moderno necesitamos de nuevo entrar a la política de control natal, de convencer de la urgente necesidad de detener el crecimiento de una población que no consigue trabajo, que padece no poder tener educación y que casi vive muriendo de hambre ante el desempleo y la falta de oportunidades.
Los ciudadanos privilegiados -somos mucho menos los que comemos diario, tenemos auto y todos los servicios en casa-, debemos, con urgencia, ser más solidarios. Tomar a un vecino, a un colaborador, a un conocido y darle un poco de lo que tenemos para mejorarle en algo la vida. Becar a una jovencita, a un muchacho, pagarle la universidad a ese talento que si uno no lo apoya se perderá irremediablemente en ese mar de olvidados.
Pareciera quedar claro: en el gobierno, la entrega de resultados tiene que ver directamente con el tema electoral más que con el tema de sacar a la gente de su nivel de miseria. Los partidos, a su vez, pelean para acceder al poder y pareciera que el interés no es modificar el nivel de vida y de desarrollo de la comunidad que gobierna sino el de resolverle la vida a quien gobierna y a sus allegados.
La percepción, por desgracia, mete en un saco a todos los políticos y aunque las excepciones confirman la regla, lo que hoy pasa en Yucatán con el tema de la industrialización y la labor para el desarrollo económico es un esfuerzo claro y franco en modificar la cara económica de una entidad que fue capaz de liquidar Cordemex sin darle más opción a los henequeneros de invadir las playas sin ser pescadores y, con ello, depredar un Golfo que ya urge de tener vedas más largas de las mejores especies.
La transición política debe de verse a partir de los resultados, de los objetivos cumplidos y no de esos recorridos para que todos conozcan al aspirante mientras reparte las migajas de sus latrocinios.
El objetivo, este gobierno lo tiene claro, es la educación y el empleo alineados perfectamente para que una soporte al otro y haya más crecimiento y desarrollo. La inversión, hay que dejarlo claro, no tiene que ser local y no es un error abrirse al exterior. Sólo así se logrará revertir esos índices de marginación que realmente ofenden. Yucatán es el polo de desarrollo del sureste hoy. Ojalá haya la solidez suficiente para que los cambios de gobierno no cambien también el rumbo.