Con un triunfo por 2-0 sobre el Cagliari, Napoli aseguró el cuarto título de su historia y su segundo en tres años en la última fecha de la temporada.
Dos años después de romper una sequía de 30 años sin un Scudetto con Luciano Spalletti, Antonio Conte regresó al Partenopei a la cima del Calcio. Tomó las riendas de un equipo fracturado, que venía de una desastrosa defensa del título, terminando décimo en la tabla, fuera de puestos europeos y sin sus principales figuras.
La victoria no fue fácil, y el Inter puso la presión con un gol tempranero en casa del Como. El triunfo era obligatorio, y en la primera parte el guardameta Rossoblù dejó claro que el campeonato no sería regalado.
Fue hasta el minuto 42 que apareció Scott McTominay, la gran figura de la temporada, para romper el empate con un golazo de tijera.
A partir del tanto, se encendieron las bengalas en el Estadio, y la visibilidad se redujo considerablemente hasta el descanso. En la segunda parte, Romelu Lukaku sentenció el partido tras ganar un mano a mano con dos defensores y definir con un remate cruzado de pierna zurda.
Este título no fue obra de jugadores de clase mundial como Víctor Osimhen o Khvicha Kvaratskhelia, ni de figuras como Zielinski o Kim Min-jae. Este campeonato es de los héroes inesperados, futbolistas descartados por otros clubes, que resurgieron en Nápoles para escribir otra épica en la Via Giambattista Marino.
El once más utilizado esta temporada tiene un valor conjunto de solo 256 millones de euros, prácticamente la mitad de lo que valía el equipo campeón hace dos años. La plantilla completa es la menos valiosa en ganar la Serie A de la última década. Un dato contundente que resalta aún más el trabajo de Antonio Conte, sacando el máximo de su grupo con su sello característico.
Texto y foto: Agencias