No, el diablo me tiene miedo a mí, así respondió el Padre exorcista Francisco López Sedano, en entrevista hecha por un reportero del diario Hoy Los Ángeles, a la pregunta ¿en algún momento ha sentido miedo? A primera instancia parece pretensión del sacerdote, pero ya leyendo el contexto de la entrevista se ve el porqué de la respuesta.
El padre Francisco es un exorcista mexicano de 80 años, ha dedicado 40 a ejercer el exorcismo. Considera que ha realizado, al menos, unos 6 mil exorcismos. Fue coordinador nacional de exorcistas de la Iglesia Católica mexicana, de los cuales es líder emérito. Forma parte de la orden de los Misioneros del Espíritu Santo. Hoy día sigue ejerciendo en la Parroquia de la Santa Cruz, en el Pedregal.
Cuando leí la entrevista se me hizo interesante hablar sobre este tema del exorcismo, brevemente, además de que esta semana fui al cine a ver la película Incarnate, subtitulada “La Reencarnación”, muy mala por cierto, puesto que comete muchos errores sobre los conceptos de posesión y exorcismo, el protagonista de la película es un exorcista, pero no uno convencional. Lo que hace a este exorcista diferente de los otros es que es capaz de introducirse en el subconsciente de sus pacientes para expulsar al demonio que tienen dentro, además de que no es sacerdote. Al fin y al cabo, película.
Pero sí me pareció interesante la entrevista hecha al padre Francisco López Sedano, los demonios existen y no son cosas sino personas, como afirma el Padre en su entrevista. La respuesta del sacerdote, “el diablo me tiene miedo a mí”, está sustentada al comentar que el demonio habla a través de la gente, gente que se ha metido en sus terrenos. A mí. ¡Cuántas veces! “¿Y tú quién eres para expulsarme?”. Y le respondo: No soy nadie, pero vengo de parte de Cristo, tu Dios y Señor y te largas ahora mismo, te mando en nombre de Él que te vayas, ¡fuera!. El exorcismo ha sido un instrumento del catolicismo desde los tiempos de Jesús. Hoy todavía se utilizan rituales de la edad media y hay un libro oficial que marca las pautas de batalla. El tema ha provocado enfrentamientos al interior de la Iglesia: en cada diócesis hay al menos un padre que se prepara para ser el exorcista oficial, pero también hay un ala muy fuerte que no cree en las posesiones diabólicas.
El poder otorgado a los ministros de la Iglesia se atestigua en el Nuevo Testamento como afirma W.H. Kent: “Entre los muchos milagros, grabados en el evangelio, se les da especial importancia a las expulsiones de diablos o demonios. Así, en San Marcos, la primera de las maravillas es la expulsión de un diablo, de un demoníaco, el hombre “con un espíritu impuro” en la sinagoga en Cafarnaúm. Y San Pedro así describe la misión y los milagros de Cristo: “Jesús de Nazaret: cómo Dios lo ungió con el Espíritu Santo, y con el poder, para ir haciendo el bien, sanando a todos aquellos que estaban oprimidos por el diablo”
(Actos 10:38). La razón para el énfasis así colocado en expulsar a los demonios no es difícil de hallar. Para los milagros de Cristo, como San Agustín dice, es tanto los actos como las palabras. Son trabajos hechos en el testimonio de Su poder y Su misión Divina, y son palabras porque tienen un significado profundo. En ambos aspectos, la expulsión de diablos parece tener una superioridad especial. Pocas de las maravillas se pueden mencionar para dar una prueba llamativa de un poder encima de la orden de la naturaleza”.
Entonces la definición de exorcismo es la invocación que hace la Iglesia, en nombre de Jesucristo y a través de un ministro ordenado, para proteger y ahuyentar al demonio de una persona o cosa.
“Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (Mc 1,25 ss), de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar”.
Actualmente se confunde el significado del término “exorcismo” porque está sometido a diversas interpretaciones, lo que ha llevado a denominar “exorcismos” a cosas que no lo son, o “exorcistas” a personas, laicos o sacerdotes, que no lo son. El padre Gabriele Amorth, autor del libro “Habla un exorcista”,dice que el exorcismo es sólo el sacramental instituido por la Iglesia. El poder de expulsar demonios que Jesús confirió a todos los creyentes conserva toda validez.
Es un poder general basado en la fe y en la oración, y puede ser ejercido por individuos o comunidades sin ninguna autorización. Sin embargo, en este caso se trata de plegarias de liberación, y no se deben llamar exorcismos. Sólo al sacerdote autorizado, además de al obispo exorcizante, corresponde el nombre de exorcista”.
La presencia del diablo y de su acción se explican en la advertencia del Catecismo de la Iglesia Católica: Esta situación dramática del mundo que “todo entero yace en poder del maligno” (1 Jn 5, 19) hace de la vida del hombre un combate: “A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día según dice el Señor.
Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo”.