“No es vergüenza volver a empezar”

Hay veces en la vida, en la que nuestros problemas parecen no tener solución. Que las cosas no son como planeábamos cuando éramos más jóvenes, o que simplemente nuestros errores parecen ser tan pesados, que cuesta mucho levantarse.

Marcos Muñoz Hernández sabe mejor que nadie lo que es transitar dicho camino, ya que el alcohol lo hizo perder todo lo que quería, su trabajo, su salud, su libertad y hasta a su esposa. Pero a pesar de eso sigue luchando por salir adelante, y asegura que después de las caídas y los golpes de la vida, “no es vergüenza volver a empezar”.

“Soy de la Ciudad de México, estudié la carrera de técnico en soldadura y durante muchos años tuve buenos trabajos, estables, era inspector vial de ADO, me casé y vine a Yucatán, me iba bien. Eso fue antes de que me convirtiera en un alcohólico”.

Sin embargo, menciona que el calvario comenzó cuando la adicción lo superó y por un accidente fue a dar al Centro de Readaptación Social por primera vez. Su vía crucis apenas comenzaba.

Explica que después de caer por pimera vez en la cárcel, se perdió por completo a causa de la bebida. El alcohol lo tenia dominado, su adicción lo tenía sometido.

Ninguna empresa pensaba en darle trabajo a un enfermo y menos a uno que tenía antecedentes penales, por lo que sin dinero para comprar bebida o para comer, se dedicó a robar lo que encontraba, desde bicicletas o incluso llantas de automóviles para poder sostener el vicio.

Estos actos lo llevaron varias veces más a la cárcel. En un periodo de ocho años visitó la cárcel en más de tres ocasiones, siempre por penas menores, por las cuales salía  en poco tiempo sólo para volver a delinquir. Se había convertido en lo que muchas veces llamamos (con total falta de caridad), “escoria de la sociedad”.

Pero igual que las grandes novelas, en este caso, fue el amor el que lo salvó. No el de su esposa, quien lo había dejado ya hace mucho tiempo a causa de sus errores, sino de otra reclusa, quien al contrario de él, quería salir adelante.

A partir de ese momento Marcos decidió asistir a sesiones de Alcohólicos Anónimos, se metió a cursos de cocina dentro del Cereso, todo esto con el aval e incluso apoyo del director del penal, Francisco Brito Herrera y del Patronato de Reinserción Social del Estado de Yucatán (Parsey).

“Estaba motivado, mi actual esposa fue un gran consuelo y apoyo para mí, siempre me impulsaba a salir adelante. La conocí hace 8 años y desde ese entonces, poco a poco, mi vida volvió a tomar un fin; ahora cocinamos juntos, vendemos vaporcitos y tamales colados, y cada día luchamos, pero luchamos juntos. También ya dejé la bebida”.

Hoy Marcos ve de frente. Logró abrir los ojos y dejar la oscuridad que lo tenía aprisionado en rejas aún más resistentes que las de aquellas celdas que conoció muy bien; hoy tiene enormes enseñanzas, lecciones que comparte con todos aquellos que como él, creía que no tenía esperanza.

“No es vergüenza volver a empezar, volver a vivir; porque no importa cuantas veces te caigas, sino cuantas veces puedes volver a levantarte para seguir adelante. Hoy le doy las gracias  a Dios por la oportunidad de dejar esa vida que llevaba, y recomiendo a todos los que están en un caso parecido al mío, que busquen ayuda, apoyo, porque si lo hay; pero solo para aquel que lo quiera encontrar”.

Roberto Ojeda

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