Nobel a la periferia

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

Hace algunos días, el 6 de octubre para ser exactos, se otorgó el premio Nobel de medicina a los científicos norteamericanos: Mary E. Brunkow, Fred Ramsdell, y al japonés: Shimon Sakaguchi. El premio que los distingue les fue otorgado por sus hallazgos relativos a la “tolerancia inmuno periférica” que hace referencia particularmente a cómo las células T de nuestro sistema inmune, consideradas “guardianes” de nuestra salud, nos protegen

Sus descubrimientos abren una puerta más para la aplicación de diversas posibilidades terapéuticas en enfermedades autoinmunes como el cáncer, así como también nos darán la posibilidad de ver cómo mantener un equilibrio controlado (regulado) entre aquello que ataca al organismo desde afuera, y el comportamiento de células malignas que desde adentro de nuestro sistema atacan nuestros propios tejidos. Una especie de balance entre lo desconocido que nos enferma por contagio y lo conocido que se vuelve contra nosotros. Un claro ejemplo es el cáncer.

Este descubrimiento también se refiere a la observación de aquello que previene un ataque de células no eliminadas por nuestros guardianes (células T y B) y que han quedado en la periferia de nuestro propio sistema inmune ubicado en la médula espinal, desde donde podrían hacerle daño al organismo. La “tolerancia periférica” se refiere a que nuestras defensas puedan reconocer como propios, desde afuera, a nuestros órganos que, de otro modo, serían invadidos.

Sabíamos ya que nuestro sistema inmune central (médula y timo) se encarga de eliminar todo tipo de células autorreactivas (malas) antes de que se desarrollen y actúen contra nuestro propio organismo. Lo que hasta hoy conocemos como enfermedades autoinmunes. Pero ignorábamos lo que hacen en la periferia, por lo que se les ha concedido en la investigación y descubrimiento de lo que hacen nuestras células fuera de su cede central, a estos tres científicos.

Aplicado a la observación de una filosofía científica, el hallazgo nos permite razonar -quizá como lo haría el mismo Leibniz o Descartes, sobre aquello que no necesariamente se encuentra en el mismo núcleo (dentro) de lo que nos protege, sino en el entorno que muchas veces decide una situación de bienestar, enfermedad o muerte.

Una periferia se refiere no a lo que está lejos, sino cerca de nuestra vida, a lo que circula por fuera pero que afecta nuestra existencia, muchas veces determinando nuestro bienestar o ánimo, un contagio o definitivamente una epidemia.

Una periferia tolerada es aquello que reconoce y al mismo tiempo mantiene un equilibrio constante entre lo ajeno y lo propio, lo que pertenece o lo que está dentro de la periferia, regulando, una y otra zona de intercambio e interacción constante de nuestra propia vida.