Política en defensa propia

Ángel Canul Escalante
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Hace unos días en una entrevista escuché a alguien decir que la participación política se trataba de una cuestión de supervivencia. No pudo parecerme más acertado. Si la política deja de ser un pasatiempo al que se dedican unos cuantos, y pasa a ser un deber al que le interesa a la mayoría, resultamos ganando. Pero si de ahí pasamos a que se convierta en una urgencia en la que actuamos todos tenemos como resultado una sociedad totalmente distinta.

Las diversas problemáticas que nos aquejan como civilización y que ponen en riesgo nuestra permanencia en este planeta no podrían ser resueltas si cada uno de nosotros sigue a la merced de las tantas formas innovadoras de dominación en las que el sistema neoliberal resultó ser tan eficiente.

Es por eso que la forma de ejercer política en defensa propia se presenta como la acción que surge del entendimiento de la necesidad que sólo mediante la política se darán los grandes cambios que se necesitan. No se trata de poder, de cargos públicos o reconocimiento de egos, sino de crear condiciones justas tanto para los seres vivos que habitan este planeta como por el planeta mismo y las siguientes generaciones.

Las mañas, alguien me dijo recientemente, no son de hoy. Eso lo sé. Desde hace muchos ayeres se han mantenido, pero nada de ello supone que no podamos hacer una política distinta, honesta y noble.

¿Cuándo el discurso político dejará de ser discurso? Quizá cuando los políticos seamos nosotros.