Prácticas antidemocráticas y elecciones

Carlos Hornelas
carlos.hornelas@gmail.com

¿Tiene algún caso hacer precampaña? Una vez que se ha elegido a los candidatos presidenciales, sin llamarlos así, por su nombre, parece que la precampaña no tiene razón de ser para los partidos que ya han iniciado la labor de posicionamiento de quienes los representarán en la contienda electoral del año siguiente.

Las precampañas, que supuestamente son para conocer las distintas opciones dentro de los partidos políticos y familiarizar sus perfiles con la ciudadanía, pierden sentido cuando el proceso ya ha sido culminado. Aún más, cuando a todas luces en ambos casos dista mucho de tratarse de un ejercicio democrático.

Llama la atención que coincidentemente con todo lo que pueda ser predecible, los resultados se sabían antes de iniciar los respectivos procesos tanto de Morena como del frente Amplio.

En todo caso ni uno ni otro han permitido a los supuestos contrincantes emitir juicios sobre las posturas ideológicas, políticas, sociales o económicas de los otros aspirantes ni hacer alusión a los mismos. No se han tocado ni con el pétalo de una rosa.

La corrección política a la que han llegado, por decirlo de alguna manera no refleja necesariamente que seamos más civilizados en nuestras expresiones políticas o en la manera en la cual dirimimos nuestras diferencias.

Lo preocupante es que en uno y otro caso revelamos que somos cada vez más propensos al autoritarismo y a la normalización de prácticas antidemocráticas.

Si antes uno se podía quejar de la estridencia de los ataques entre unos y otros, ahora la ausencia de confrontación parece demostrar que finalmente todos son lo mismo. Al menos así parece percibirlo la mayoría de los ciudadanos quienes ya no ven diferencias entre las opciones políticas.

Ya no hay diferencias entre priistas y panistas, por ejemplo. Pero tampoco las hay entre quienes están a cargo del gobierno y quienes les antecedieron porque ni unos ni otros obsequiaron lo que el pueblo demandaba. La seguridad, la salud, la educación, la economía siguen siendo motivo de preocupación de los ciudadanos de a pie que han perdido su fe en los políticos profesionales a quienes ven cada vez más lejos de su condición.

Así, aprovechándose del hartazgo ciudadano los políticos apuestan por el abstencionismo. Ya no se trata de ver cómo se ganan las elecciones. Ahora se trata de convencer al electorado de que la política es una cosa tan despreciable y sucia que cualquiera que tenga que ver algo con ella, necesariamente saldrá pringado.

Por ello, mientras los ciudadanos dejen de votar, los políticos profesionales seguirán encumbrados gracias a sus militantes quienes les habrán llevado a los cuernos de la luna con una cantidad mínima irrisoria de votos. Así se perpetuará el ciclo de las prácticas antidemocráticas que consolidan este sistema que ha dejado de ser democrático.

Si, por otra parte unos y otros ya han demostrado su desprecio por las reglas en materia electoral a través del dispendio de recursos, la violación sistemática de la ley electoral y las disposiciones en la materia ¿habrá alguna fuerza capaz de contenerlos en caso de disputa?

¿Serán estos mismos quienes depositen su confianza en el buen juicio de las autoridades que hasta ahora les han permitido todo?

¿Será que acaten civilizadamente las decisiones de los tribunales cuando les resulten adversas? Mucho está por verse todavía.