Hoy, en temas decisivos para la estabilidad económica y política en el planeta, las diferencias prácticamente han desaparecido.
En una plática reciente con un excelente amigo, tocamos un tema el cual, por desgracia, a pocos interesa en nuestro país: La situación que allá afuera –o como dirían los cursis, allende nuestras fronteras–, enfrentan decenas de países la cual, al mantener con ellos relaciones comerciales y políticas y de colaboración en los terrenos de la seguridad y combate al crimen –desorganizado o no–, necesariamente tiene efectos, no siempre positivos, en México.
En consecuencia, sin duda debido a las nuevas condiciones generadas en el planeta por el proceso de profunda transformación estructural que ha tenido lugar –a partir de los años 50 del siglo pasado–, las barreras entre lo local o propio y lo global o ajeno, han venido borrándose; a veces de manera abrupta, casi total, y en otras, lenta y gradualmente pero siempre, sin dejar de caminar en la dirección señalada: la desaparición de las diferencias entre sociedades, economías y países.
Este proceso de igualación –pudiéremos llamarlo así–, ha venido registrándose también, en los espacios que algunos, equívocamente, consideran impermeables a cualquier influencia política externa. Sin embargo, por más rechazo a estos cambios que genere en éste o en aquel país la uniformización política, los países caminan hacia la democracia en lo que se refiere al sistema de gobierno, y la forma de transitar de uno a otro.
En resumen, tanto la economía de mercado como la democracia forman hoy, a querer y no, el binomio obligado en la casi totalidad de los países del planeta. Si bien habría que aceptar que quedan por ahí dos o tres ínsulas de aislamiento económico y formas autoritarias diversas en la gobernación, para nadie es un secreto que, más temprano que tarde, ésas deberán ceder a la nueva realidad cuyo origen, para facilitar las cosas, diré que se ubica a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Regresemos al principio: ¿Hay diferencias hoy, entre lo global y lo interno? ¿Es posible, cuando uno trata un tema, que para muchos es completa y claramente local, pensar que sus efectos se registrarán sólo en el territorio de ese país?
¿Es posible hoy, en las condiciones de interdependencia económica, afirmar que una visión como aquella, responde objetivamente a la realidad global? ¿Es posible hoy, ver el mundo en estancos casi feudales, como hacíamos en México cuando nos ufanábamos de nuestra economía cerrada, y rechazábamos todo lo externo o ajeno?
Imagine usted esto: Las agencias de noticias transmiten, en tiempo real, los atentados en contra de instalaciones de las petroleras que operan en Nigeria. ¿Cuántos minutos piensa usted que transcurren, antes de que los efectos de aquéllos, se vean reflejados en el precio del barril de los crudos marcadores, Brent y WTI? ¿Uno o dos? ¿Un asunto interno, con efectos inmediatos en la escena energética global? ¿En verdad eso sucede hoy? Sí, cientos o miles de veces todos los días.
Ahora visualice esto: El volumen de extracción de petróleo en Estados Unidos–como consecuencia del éxito del fracking–, se eleva en 40%, y no se exporta un solo barril de crudo. ¿Afecta esta nueva realidad los precios del barril de petróleo de otras regiones del planeta? ¡Evidentemente!
Podría continuar con cientos de ejemplos, y todos me llevarían a lo mismo: Hoy, en temas decisivos para la estabilidad económica y política en el planeta, las diferencias entre lo local y lo global, prácticamente han desaparecido.
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