Ratio Essendi

Cada quien tiene su verdad

Por Roberto A. Dorantes Sáenz

Cada vez que escucho esta frase me causa una sensación de asombro, por la ignorancia de quien lo pronuncia, perdón por la expresión. La persona que grita a los cuatro vientos “cada quien es dueño de su verdad”, una de dos: o es un ignorante que no sabe lo que dice o es un borrego que le gusta repetir lo que los demás dicen.

La frase popular es una máxima de la filosofía relativista, el relativismo es la posición filosófica de que todos los puntos de vista son igualmente válidos, y de que toda la verdad es relativa al individuo. Esto significa que todas las posiciones morales, todos los sistemas religiosos, todas las formas de arte, todos los movimientos políticos, etc., son verdades que son relativas a los individuos.

Cómo podemos considerar esto como verdad, en términos prácticos, si alguien viene y me afirma que dos más dos son cinco, según el relativismo debo respetarlo porque ésa es su verdad, aunque la realidad es otra, dos más dos son cuatro, porque eso es una verdad que no puede variar, aunque las personas no sepan sumar.

Cualquier doctrina que niegue la existencia de valores absolutos, ya totalmente, ya solamente en lo tocante a cierta esfera del ser, puede ser denominada relativismo.

Así nos encontramos con distintos tipos de relativismo, que hoy día permean la conducta y el pensamiento de la sociedad en general.

En cuanto al relativismo del conocimiento, Protágoras afirmó: “El hombre es la medida de todas las cosas”. Ésta es una máxima antigua del relativismo, su significado tiene una actualidad sorprendente; en frases como las siguientes: “ésa es tu verdad no la mía”, “respeto tu verdad pero también respeta la mía”, “en una democracia todas las voces tienen cabida”, quien tolera esto como verdad no razona lo que dice.

La forma más sencilla de refutar el relativismo es a través del principio de contradicción. La formulación lógica del principio nos dice que “dos proposiciones contradictorias no pueden ser ambas verdaderas”. Son contradictorias dos proposiciones, cuando teniendo el mismo predicado y el mismo sujeto, una de ellas afirma ese predicado de ese sujeto, y la otra lo niega. Por ejemplo: “César cruzó el Rubicón” y “César no cruzó el Rubicón”.

En el relativismo moral, cualquier cosa que hagas está bien mientras tú te sientas bien. En el relativismo religioso, todas las religiones son buenas y verdaderas. Estas afirmaciones son falsas y también la forma de demostrar su falsedad es a través del principio de contradicción.

“Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido”. Habla de “una cosa”, o sea, de la realidad. Eso quiere decir que ante todo es un principio metafísico, ontológico, no un principio lógico, que eso lo es en forma derivada de lo anterior. El catolicismo y el budismo no pueden ser ambas verdaderas, una de esas religiones es verdadera, pero no ambas. Quien quiera llegar a fondo que investigue por sí mismo.

Estamos hablando en el plano de la realidad, de verdades universales que somos capaces de apreciar a través de nuestro intelecto. En este sentido no puede haber relatividad, como sí la hay en cambio cuando en una sociedad se considera correcto vestirse de negro porque se está de luto, y otra lo considera equivocado. Estas son costumbres a las cuales un “bueno y malo” está agregado, pero éstos son puramente relativos y no universales ya que éstos son basados en la cultura.

El principio de la educación de los hijos varía en las diferentes sociedades, como las prácticas en los funerales y en las ceremonias matrimoniales. Estas “formas buenas y malas” no están establecidas cósmicamente en una piedra ni tampoco se derivan de algunas reglas absolutas de conducta fijadas por algún dios desconocido. Estas son relativas y con razón. Pero el relativismo de éstas está afirmado como tal. No importa en qué lado de la carretera manejamos en la medida en que todos lo hagamos en la misma vía.

Entonces no todos tienen su verdad absoluta.

Ya para concluir me quedo con la siguiente reflexión: “Quien piensa que existe una verdad, y que esa verdad se puede alcanzar con certeza aun en medio de muchas dificultades, quien piensa que no todo puede ser de otra manera, es decir, quien piensa que nuestra capacidad de modelar culturalmente el amor, el matrimonio, la generación, la ordenación de la convivencia en el Estado, etc., tiene límites que no se pueden superar, piensa, en definitiva, que existe una inteligencia más alta que la humana. Es la inteligencia del Creador, que determina lo que las cosas son y los límites de nuestro poder de transformarlas. El relativista piensa lo contrario. El relativismo parece un agnosticismo. Quien pueda pensarlo coherentemente hasta el final lo verá mucho más afín al ateísmo práctico. No me parece compatible la convicción de que Dios ha creado al hombre y a la mujer con la idea de que puede existir un matrimonio entre personas del mismo sexo. Esto sólo sería posible si el matrimonio fuese simplemente una creación cultural: nosotros lo estructuramos hace siglos de un modo, y ahora somos libres de estructurarlo de otro modo”. (Ángel Rodríguez Luño).

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