Rebrutos

Armando Escalante

Periodista y analista político

Corría el mes de mayo cuando en Yucatán pasamos de tener 4 o 6 fallecimientos por coronavirus a la nueva cifra de 9 decesos. Los días 14 y 15 así fue, con 109 pacientes hospitalizados y nuevos casos de 50 y 53 personas, respectivamente. Y eso que estábamos confinados, con poca actividad, muy restringidos y las cifras subiendo.

En el parte médico diario casi se volvió “normal” tener ese número de muertes, al tiempo que el reporte de nuevos casos era de 58, 90, 150 hasta llegar a 203 el 24 de junio. Seguiamos semiconfinados con muchas restricciones, poca movilidad y casi 300 hospitalizados.

Desde aquellos días, pasamos a la constante de 11 o 15 fallecidos cada jornada, in crescendo, para llegar a julio y agosto con 25 o 30 hasta un máximo de 35 muertos repetidamente durante varios días de aquellos meses. Semiconfinados con la economía reclamando reactivarse.

Este recuento apretado tiene que ver con un simple razonamiento a partir de las cifras que vemos hoy de apenas 50 o 100 nuevos casos, hasta la baja de 3, 6 u 8 decesos como en aquellos días de mayo como se cita en el primer párrafo. La diferencia está en que en aquellos días estábamos apenas subiendo en todos los números y nuestra libertad de movimiento era casi nula: la cuarentena en su apogeo nos arrojaba cifras en ascenso.

No obstante, la aplicación de medidas severas en la movilidad, aunado a las campañas de uso de cubrebocas, lavado de manos y la sana distancia, permitieron entre septiembre y octubre una reactivación económica casi plena, que exigía además la aplicación de gel, el uso de tapetes para los zapatos, la medición de temperatura y restricciones en la presencia de consumidores. Ni se diga de la ley seca aplicada y levantada en tres ocasiones, para intentar frenar los contagios. Hoy con todas las cifras bajas y casi todos los sectores económicos funcionando —excepto escuelas—, vemos que las medidas se relajaron: aquel restaurante, tienda, café, supermercado, bar, etcétera, ya abre más horas y mete más gente, pero no mide temperatura, no cuida la sana distancia ni sabe lo que es un tapete (ni de finta) y menos verifica el sanitizado de sus instalaciones. Ya no hay un empleado cuidando la puerta, tampoco quien aplique gel y menos mida la temperatura, lo cual muchos agradecen porque son medidas molestas. El relajamiento, sin embargo, avanza. Si comparamos las cifras bajas de ahora con las de entonces, lo que sigue viene en 40, 50 o 60 días y se llama rebrote. Si eso pasa seremos rebrutos.

El xix.— La constructora Sadasi tiene tantos recursos que puede —y debe— reubicar a todas las víctimas de la inundación en Las Américas por el insólito aumento del manto freático en esa zona baja donde construyeron casas. Eso ayudará sin duda a mantener su prestigio y para alejar el temor de vivir allá. El caso de tantas lluvias se podría repetir en cualquier momento.

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